Solamente los niños dicen la verdad.
Por eso cuando yo era niño le conté al adulto mío cómo era amar de verdad.
Gentil, cortés, pasional, sagrado.
Poder estar a la altura de ese amor dependía de poner a tu amada en el lugar dónde debería estar más allá de todos los ataques de hormonas, de volverte convencional, de los celos injustificados, de las pasiones mórbidas sin alma...
Nada de eso lo podía manchar.
Nada.
Y así hoy recuerdo al niño que escribía poemas y los rompía porque te añoraba.
Recuerdo cada verso, cada palabra.
Bendita poesía que me permitió saber cómo hablarte.
Ahora sólo soy un hombre con un niño dentro que viene a buscarte.
Buscarte a ti, mi pequeñaja.
Encontrarte al fin.
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