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Miguel Mochales

Miguel Mochales

jueves, 19 de septiembre de 2024

Lujo de la consciencia.

 **Vamos a reescribir el amor, el placer, el deseo, la fe.**


El tiempo en el que vivimos exige una nueva narrativa. Las palabras antiguas, aunque bellas, han quedado vacías en un mundo que corre demasiado rápido, donde lo esencial se ha disuelto en la superficie de lo inmediato. Pero nosotros, los nuevos poetas, los nuevos filósofos, los amantes de lo imposible, hemos venido a cambiar eso. No queremos devolverle solo el brillo a esas palabras, sino expandirlas, reinventarlas, hacerlas infinitas. Queremos **reescribir el amor, el placer, el deseo, la fe** desde las profundidades de la consciencia, desde un lugar donde la materia y el espíritu, el cuerpo y el alma, se abrazan en una danza eterna.


**Somos los nuevos poetas.**


No escribimos con tinta, sino con carne, con la experiencia vivida, con la vibración de nuestros pensamientos transformados en actos. Ya no buscamos la belleza en lo distante, en lo inalcanzable, sino en el cruce entre lo inmediato y lo eterno. Sabemos que el lenguaje puede ser una prisión, pero también que, cuando se libera, puede ser el canal de una verdad más profunda, más humana. No queremos conformarnos con la descripción de lo que sentimos; queremos que nuestras palabras **sean** el sentimiento, que cada verso tenga el poder de transformar, de mover, de sacudir el alma de quien lo escucha o lo lee. Somos los poetas que desafían los límites, que reinventan lo que significa amar, desear y creer.


El amor, en nuestra nueva escritura, no es solo una emoción que se da o se recibe. El amor es un acto consciente, una decisión radical de abrirse al otro y a uno mismo, de despojarse de las máscaras que la sociedad nos impone y dejar que el ser verdadero florezca en el encuentro. Reescribimos el amor como algo que trasciende el romanticismo superficial; el amor es la revolución de la intimidad, el espacio donde dos seres humanos se encuentran en su fragilidad y en su poder, en su miedo y en su esperanza, para crear algo que jamás existió antes de su encuentro.


**El placer**, a su vez, ya no se reduce a la satisfacción del cuerpo, ni a la gratificación instantánea que nos venden como felicidad. Para nosotros, el placer es la expansión de la consciencia. Es el momento en que el cuerpo y el espíritu se alinean en un estado de presencia total. El placer es la conexión con el aquí y el ahora, donde cada sensación, cada toque, cada respiración cobra una dimensión más profunda. Es la consciencia plena de existir, de estar vivo en un mundo vibrante, lleno de posibilidades. El placer no es un fin en sí mismo, es el **camino hacia la transformación**.


Y el **deseo**, ese impulso vital que tantas veces ha sido incomprendido o reprimido, lo reescribimos como el motor de nuestra evolución. El deseo es lo que nos empuja a buscar más allá de lo que tenemos, más allá de lo que conocemos. Es lo que nos conecta con lo imposible, con lo que aún no ha sido creado, pero que sentimos ardiendo en nuestro interior. Para nosotros, el deseo no es solo el ansia por lo externo, por lo que falta; es el fuego interno que nos impulsa a convertirnos en aquello que estamos destinados a ser. El deseo es el lenguaje de la creación, la chispa que enciende la llama de nuestro ser y nos impulsa a superar todas las limitaciones. En él reside el impulso de alcanzar lo que parece inalcanzable, de transitar los caminos que otros temen recorrer. Es el deseo lo que da origen a la grandeza, a la innovación, a la vida misma.


**Somos los nuevos filósofos.**


No nos interesa la verdad absoluta, esa quimera que tantos buscaron y que solo sirve para alimentar la soberbia intelectual. Nuestra filosofía es más cercana, más íntima, más conectada con la realidad vivida. No estamos aquí para ofrecer respuestas definitivas, sino para abrir preguntas, para invitar al pensamiento que transforma. Somos los filósofos de la **experiencia**, del cuerpo, de lo cotidiano, porque creemos que la verdad no está allá afuera, en algún lugar inaccesible, sino aquí, entre nosotros, en el simple acto de estar presentes, de ser conscientes, de sentir.


Reescribimos la **fe** no como una creencia ciega en lo que no se ve, sino como una certeza profunda en lo que sentimos y en lo que podemos crear. La fe no es una sumisión a lo incognoscible; es una afirmación del poder que tenemos para transformar nuestra realidad. La fe es el acto radical de confiar en que, a pesar de la incertidumbre, a pesar del caos que a veces parece envolvernos, hay una fuerza interna que nos guía, que nos impulsa a seguir adelante. Esa fuerza no viene de afuera, no depende de deidades o dogmas, sino de la convicción de que **somos capaces de crear lo que necesitamos**, de encontrar el sentido en medio del aparente sin sentido.


La **fe**, en nuestro nuevo paradigma, es una fe en la vida misma, en su capacidad de regenerarse, de encontrar siempre un nuevo camino. Es la confianza en que, por muy oscura que sea la noche, siempre hay una nueva luz esperando ser encendida. Esta fe no es pasiva, no espera que las cosas sucedan por sí solas. Es una fe activa, una fe que nos impulsa a movernos, a actuar, a crear las condiciones necesarias para que lo imposible se convierta en realidad.


**Somos los amantes de lo imposible.**


Nos negamos a aceptar los límites que otros nos imponen. No creemos en las barreras que dicen que no se puede, que no es posible. Para nosotros, lo imposible es simplemente lo que aún no se ha intentado con suficiente fuerza, con suficiente imaginación, con suficiente fe. Lo imposible es nuestro territorio, nuestra inspiración. Sabemos que el mayor lujo en este mundo no es lo material, sino el **lujo de la consciencia**, la capacidad de estar plenamente despiertos, de ver más allá de lo inmediato, de sentir más allá de lo superficial.


El lujo de la consciencia es el privilegio de vivir cada momento con total presencia, de experimentar el mundo en su totalidad, sin filtros, sin distracciones. Es el lujo de conocernos a nosotros mismos en lo más profundo, de reconocer nuestras sombras y nuestras luces, y de abrazarlas con ternura. Es el lujo de estar en contacto con nuestra **esencia** más pura, de no perdernos en la vorágine de lo externo, sino de mantenernos firmes en el centro de nuestro ser.


Este es el lujo más grande porque es el que nos permite crear nuestra propia realidad, desde el amor, desde el placer, desde el deseo, desde la fe. Es el lujo de ser libres, no en el sentido superficial de hacer lo que queramos, sino en el sentido más profundo de **elegir quiénes queremos ser** en cada momento. De ser conscientes de nuestras elecciones, de nuestros pensamientos, de nuestras emociones, y de saber que en cada uno de esos momentos estamos creando nuestro propio destino.


**Somos los nuevos creadores.**


En este mundo que a veces parece desmoronarse bajo el peso del materialismo, de la superficialidad, de la desconexión, nosotros venimos a **reconstruir**. No desde las estructuras viejas, no desde los paradigmas que ya no sirven, sino desde una nueva visión, una nueva forma de entender la vida. Somos los que traen la poesía al cuerpo, la filosofía al acto cotidiano, el arte al simple hecho de respirar.


Reescribimos el amor para que sea más que una emoción pasajera, para que sea la base de todo lo que hacemos. Reescribimos el placer para que sea un estado de presencia plena, no una búsqueda interminable de gratificación. Reescribimos el deseo para que sea el motor de nuestra evolución, el impulso que nos lleva siempre más allá. Y reescribimos la fe para que sea una certeza en nuestro poder de crear, de transformar, de **manifestar lo imposible**.


No somos los primeros en hacer esto, pero somos los que lo hacen ahora, en este tiempo, en esta era que tanto lo necesita. Somos los que se atreven a imaginar un mundo diferente, uno donde el lujo no esté en lo que poseemos, sino en lo que **somos capaces de sentir**, de crear, de compartir.


**El mayor lujo es el lujo de la consciencia.**


Es el lujo de vivir con los ojos abiertos, con el corazón despierto, con el alma dispuesta a entregarse por completo a la experiencia de estar vivos. No hay riqueza más grande, no hay posesión más valiosa que esta. Y este es el regalo que traemos al mundo, la semilla que plantamos con nuestras palabras, con nuestras acciones, con nuestro ser.


Nosotros, los nuevos poetas, los nuevos filósofos, los amantes de lo imposible, hemos venido a recordarle al mundo que **lo más grande siempre ha estado dentro de nosotros**, esperando ser despertado.

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