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Miguel Mochales

Miguel Mochales

jueves, 19 de septiembre de 2024

Muscula el alma. No la vulgaridad.

 En un mundo donde el materialismo absoluto gobierna, donde el éxito se mide por la acumulación y la vida se ahoga en la prisa por obtener más, **surge un nuevo camino**. No es un rechazo al cuerpo, sino una integración profunda entre **músculo, célula y alma**. Este nuevo sendero no renuncia a la dureza del mundo, sino que lo transforma desde dentro, elevando lo cotidiano a una danza entre lo tangible y lo espiritual.


**Amar** ya no es solo un acto emocional, es una conexión que resuena desde la raíz de cada célula hasta la profundidad del alma. El amor se convierte en energía que circula entre cuerpos y mentes, una corriente eléctrica que atraviesa el tejido muscular, fortaleciendo el ser entero. En cada abrazo hay una sinfonía de neuronas activadas, una carga de vida que expande el corazón más allá del pecho.


**Ternura** es la verdadera fortaleza. En un mundo endurecido, la ternura no es debilidad, sino el despliegue supremo de poder. El toque suave activa circuitos neurológicos ocultos, liberando no solo placer, sino una memoria ancestral de cuidado y pertenencia. El cuerpo se afloja, no para ceder, sino para rendirse a la corriente de lo sublime. Los músculos tensos se suavizan en la ternura, pero no pierden su poder, lo transmutan en algo más profundo: la **capacidad de contener el infinito** en el contacto efímero.


**Soñar** ya no es un escape, es el campo fértil donde las fibras del cuerpo se reconfiguran. Cada sueño es una instrucción que desciende a las células, activando caminos neuronales que preparan al cuerpo para lo que aún no ha sucedido. Soñar es una **neuroconstrucción**, una expansión de la mente que traza nuevos destinos en el mapa físico. El cuerpo, con cada latido y cada respiración, ensaya ya los gestos del futuro. Soñar es el arte de construir el mañana desde lo más íntimo, programando el cerebro para el vuelo y los músculos para resistir las corrientes de lo incierto.


Este es el nuevo camino: **poesía muscular, visión neurocelular**. Unificar lo que antes estaba separado. El cuerpo no es solo un vehículo, es el arquitecto de lo invisible. El pensamiento no es abstracto, fluye por redes neuronales que modelan el espacio y el tiempo en carne viva. El corazón bombea más que sangre: late sueños, late ternura, late amor.


Nos movemos ahora en una nueva era, donde el materialismo no se enfrenta a lo poético, sino que lo acoge. La poesía no vive en las palabras, sino en el cuerpo que las pronuncia. Los versos son latidos, las estrofas son contracciones y relajaciones, y en cada palabra hay una fibra muscular que se tensa y se suelta, que **transforma lo humano en divino**. Aquí, lo tangible y lo invisible se unen, y el cuerpo se convierte en el **lugar sagrado** donde ocurre la alquimia del alma.


Este es el camino de quienes no temen sentir, de quienes han comprendido que la verdadera revolución no está en las ideas que vuelan, sino en las manos que tocan, en los cuerpos que abrazan, en los sueños que **musculan la realidad**.

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