La Meditación Verdadera: Preparar el Cuerpo para la Vida
Atendedme un momento.
Lo que comúnmente llamáis meditación sentado, centrada en respirar o en aquietar la mente, no es la meditación en sí misma. Eso es sólo lo que ocurre al final, el equivalente a enjuagarse la boca después de comer. Pero eso no es haber comido.
La verdadera meditación comienza mucho antes, en el momento en que todo tu cuerpo participa.
Porque sí, todo tu cuerpo piensa.
Tiene un sistema periférico de pensamiento que funciona anticipando lo que va a suceder. Tu cabeza, por sí sola, sólo sabe reaccionar a lo que ya ha pasado; no puede prever nada nuevo. En cambio, tus órganos internos sí pueden: cada uno expresa un sentimiento, una respuesta, una intuición.
¿Recordáis el temblor en la práctica anterior?
Ese temblor era tu cuerpo preparándose para lo que vendrá, creando nuevas conexiones neurocelulares, diseñando caminos internos para que puedas sostener lo que la vida traiga.
Lucía, ¿me oyes?
La vida tiene un estilo muy particular de hablarte: te da una hostia.
No importa cuánto te encierres ni cuánto intentes evitarla: siempre encuentra el modo de alcanzarte. No hacer algo por miedo tampoco sirve: la vida cambiará la forma, pero el golpe llegará por otro lado.
Por eso es vital que desarrolles tu sistema neurocelular, porque eso significa prepararte para no caer cuando llegue el golpe.
Y cuando logras eso, no sólo resistes: te haces más fuerte, más sabio… y sí, incluso más hermoso.
No hay nada más bello que un ser humano que ha aprendido a anticipar la vida, a moverse con ella sin miedo, a estar de pie cuando todos caen.
Eso, y no otra cosa, es meditar de verdad.
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