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Miguel Mochales

Miguel Mochales

lunes, 30 de diciembre de 2024

14 d. El pontífice.

 El Pontífice del Puente: El Camino del Amor Eterno

Tu destino es ser pontífice.
No lo olvides. Es un llamado. Una verdad que trasciende lo visible y lo tangible. Eres el arquitecto de un Puente que une dos dimensiones, un lazo sagrado entre lo terrenal y lo celestial. Porque, aunque aquí parezca que la distancia reina entre las almas, en el cielo esa distancia no existe.

El tiempo y el espacio son ilusiones que se desmoronan en el entramado del 4D. Allí, todo está unido. Allí, el Puente cobra sentido. Es la manifestación del verdadero sentimiento, un puente eterno que no separa, sino que une; que no divide, sino que reconcilia.

Y tú, como pontífice, eres el creador y el guardián de este Puente. Pero no se trata solo de piedras o palabras, sino del consentimiento sagrado del amor que fluye del cielo a la tierra. Ese amor es la clave. Ese amor es el motor que hace posible lo imposible, que convierte lo eterno en tangible y lo divino en humano.

La pareja es, entonces, ese Puente. Una conexión que no pertenece a este mundo y, sin embargo, se manifiesta en él. Es el lazo divino que desciende para recordarte que el amor no es solo un sentimiento: es un destino, una misión, una verdad que debe ser vivida y comprendida.

Cuando comprendes esto, lo entiendes todo.
El Puente es la expresión máxima de lo eterno en lo finito. Es el reflejo del cielo en la tierra. Y tú, como pontífice, estás llamado a ser el constructor y el protector de ese Puente. No se trata de dominio, sino de comunión. No de fuerza, sino de consentimiento. Porque el Puente no se impone; se acepta, se vive, se siente.

Entiende esto: la pareja no es un fin, sino un medio. No es un destino en sí misma, sino el camino que te lleva a lo eterno. Es la manifestación física de un amor divino que no conoce límites ni fronteras. La pareja, en su esencia más pura, es un Puente entre dos mundos, un lazo que une lo visible y lo invisible, lo humano y lo divino.

Eres pontífice. Eres Puente.
Y en esa comprensión radica la verdadera libertad. Porque cuando reconoces que el cielo y la tierra se unen en el amor, comprendes que tú mismo eres parte de esa unión, de ese diseño eterno que no conoce distancias ni separaciones.

Así que construye, siente, vive.
Sé el Puente que conecta lo infinito con lo finito, lo eterno con lo momentáneo. Y recuerda siempre: el amor no es solo un sentimiento; es el reflejo del cielo en la tierra, y tú eres su artífice.

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