entrenamiento zen, máximo rendimiento, tao, meditacion,dojo en madrid, practicar zen

Miguel Mochales

Miguel Mochales

lunes, 30 de diciembre de 2024

Una historia

 La vida es una historia de amor que nos forzamos a vivir en desamor


La vida, en su fragilidad, es una trama que tejemos con manos torpes y corazones heridos. Una historia que comienza siempre con la promesa de algo eterno, con la inocente esperanza de que el amor, ese amor que creemos merecer, llegará como una lluvia que limpia, que llena. Pero en el fondo, ¿no somos todos arquitectos de nuestro propio desamor? Habitantes de un vacío que, por temor o orgullo, nunca dejamos que otro toque verdaderamente.


Nos empeñamos en llamar “amor” a lo que, en realidad, no es más que un espejismo: una búsqueda de nosotros mismos en el reflejo de alguien más. Caminamos por la vida con la idea de que necesitamos a otro para completarnos, pero lo que no admitimos —lo que se esconde detrás de nuestros gestos más nobles— es el egoísmo que alimenta nuestras esperanzas. Amamos no para dar, sino para recibir. Anhelamos la compañía no por el otro, sino para silenciar la soledad que nos susurra al oído cuando el mundo se queda quieto.


Nos enamoramos del ideal, no de la persona. Creamos imágenes perfectas en nuestras mentes y las proyectamos sobre quienes se cruzan en nuestro camino, exigiéndoles que cumplan con esa fantasía. Y cuando no lo hacen —porque nunca pueden—, surge el desamor. No porque el otro haya fallado, sino porque nos hemos traicionado a nosotros mismos al creer que alguien más podía sanar lo que ni siquiera queremos mirar dentro de nuestra propia alma.


La soledad, esa compañera inquebrantable, no es la ausencia de otro. Es la presencia de nuestro verdadero yo, que grita en el silencio, que nos recuerda que somos, antes que nada, incompletos. Es por eso que el desamor duele tanto: no porque el otro se vaya, sino porque, al irse, nos deja solos con nosotros mismos. Y ese encuentro, ese momento de mirarnos al espejo sin los adornos del amor ajeno, nos aterra.


Pero aún así seguimos. Buscamos el amor en cada esquina, en cada mirada, en cada palabra. Y cuando creemos encontrarlo, lo tomamos con manos desesperadas, con un hambre que no es del alma, sino del miedo. Decimos “te amo” cuando en realidad queremos decir “no me dejes”. Confundimos entrega con posesión, intimidad con control. Queremos ser amados, pero no queremos amar sin condiciones, porque el verdadero amor implica renunciar a esa parte de nosotros que exige, que espera.


El verdadero amor es un acto de valentía, pero también de renuncia. Es aceptar que nunca podremos poseer al otro, que nunca seremos completamente comprendidos. Es caminar juntos, no como dos mitades que se completan, sino como dos seres enteros que eligen compartir su viaje. Pero esa clase de amor nos exige algo que, la mayoría de las veces, no estamos dispuestos a dar: enfrentarnos al egoísmo que habita en lo más profundo de nosotros.


Y así seguimos, atrapados en este ciclo. Creemos buscar el amor, pero en realidad buscamos una tregua con nuestra soledad. Nos forzamos a vivir esta historia de amor, creyendo que es lo que le da sentido a la vida, pero lo hacemos en desamor porque no sabemos cómo amar sin pedir algo a cambio. Nos aferramos al otro no por lo que es, sino por lo que representa: una promesa, una ilusión, un escape.


Quizás, al final, la verdadera lección de esta vida no sea encontrar el amor en otro, sino aprender a amarnos a nosotros mismos. No de esa manera superficial que promueve el mundo moderno, sino en la forma más dolorosa y auténtica: aceptando nuestras sombras, enfrentando nuestras carencias, haciendo las paces con nuestra soledad. Tal vez, solo entonces, podremos amar de verdad. Porque solo quien se ha reconciliado con su propio desamor puede escribir una historia de amor que no esté hecha de egoísmo y temor.


Y mientras tanto, seguimos aquí. Viviendo esta historia inacabada, este poema roto, esta búsqueda interminable. La vida, al final, no es más que eso: un intento de amar, a pesar de todo. Y aunque el desamor nos quiebre, seguimos escribiendo. Porque, en el fondo, todos queremos creer que esta historia puede tener un final feliz. DC

No hay comentarios: