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Miguel Mochales

Miguel Mochales

miércoles, 22 de junio de 2011

a TI, tu lo sabes, nadie mas, ten cuidado pues al leerlo temblaras




Ananda

El baile con la vida


















El baile con la vida.


El baile con la vida es permitir.


Solo permitir.






Permitir a la tarde, al viento.


Permitir la mañana.


Permitirte.






Todo sucede.


El mundo es una sucesión.


Todo sucede porque es en si suceder.


Ante eso..., ante eso, sonríe.






La vida es la sonrisa del que permite.















































Las tardes pasan, como es su normal suceder.


Las tardes pasan y cada una se tiñe de la estación en la que se encuentra.


Mayo es luz.


En mayo es luz.


En mayo las tardes son una negación a que la luz desista en su existencia.


No hay nada más hermoso que su resistencia a su ocaso.


A su resistencia en cada atardecer.


En mayo la luz no se deja suceder.


Por eso la noche llega como un escándalo.


Como un tremendo escándalo de luz sostenida en vida permitida.


Solo en mayo.


Solo en mayo la luz del día llega a la noche.


Solo en mayo la luz es tanta y tan viva.

















































Ananda es ese baile.


Porque las cosas no existen.


Si existieran no se moverían.


Las cosas, al igual que esta primavera es un baile.


Un baile de secreta melodía.


Un baile donde los pasos se acompasan.


Se acompasa el batir de alas con tu mirada.


Tu distante mirada.


Y mientras mayo baila, la existencia baila, tu bailas...


La vida se convierte en un permitir suceder, suceder que las cosas parezcan cosas.


La vida en mayo es un permitir de suceder.


























































A ese baile, a ese bailar, a ese baile.


Quien no esta invitado detiene su paso.


Quien no permite se detiene.


Porque en mayo la vida, con ningún otro sentido que vida, te desborda.














No puedo explicar lo hermosa que eres de la misma forma que no puedo describir este mes.


No puedo hablar, ante ti caigo en silencio.


Caigo con todo mi peso.


Mi peso derramado.






Cada espacio es un estado de silencio.


Un silencio ante ti.


Su silencio ante tu recuerdo.


Porque cuando tu apareces, solo puedo permanecer en silencio.






El silencio no hablado.


El silencio del que observa.


El silencio del que es observado.






El silencio es una extensión de esa conciencia que detengo. De eso paso que doy cuando de ti me aparto.


De esa distancia permitida en la mirada de un cuadro.


Me alejo de ti, pues si permanezco en ti me deshago.


Derramo.


Derramo mi peso por doquier, tratando de llenar tus espacios.


Espacios que solo se llenan de silencio.


Los silencios cuando de ti hablo.


Porque cada silencio, cada espacio, son llamadas de conciencia para observar cada estado.


Y, en cada estado, coger la esencia de tu paso.















Por eso, cada línea es un espacio.


Un espacio donde tanto esta escrito lo escrito como en aquello en lo que me deshago.






Y es entonces cuando te veo bailar.


Bailas.


Cada cosa, cada gesto, cada ademán de mirada, de voz, de ser, no necesita ser.


Ya es.


Ya es y aun no se ha pronunciado


Eres lo que es en tu ser.


En un ser de esencia de este mes.






Bailas.


Nada en ti es forzado.


Todo esta permitido a suceder.


Bailas, sin existencia, en el baile.


Bailas con la suavidad de lo no forzado.








La música es tan suave que se convierte en un olor.


El olor de la edad primera.


El olor en mujer de primavera.


El olor de una sonrisa en primavera.


El olor de una sonrisa primera.















Y entonces tú bailas.


Bailas con el ademán del viento.


Sabes, de ese viento que lleva los pensamientos.


De ese viento que se levanta del verdor de una hierba recién cortada.


El viento, que es pensamiento de cada una de las cosas que te rodea, en ti, en tu derredor baila.


Y yo solo miro.


Solo miro y me aparto.


Me aparto para permitir.


Permitir que no entorpezca mi sentimiento tu desenvolver.


Porque cuando bailas, que es lo mismo que decir tu existir, desenvuelves cada una de estas palabras, cada uno de sus espacios, cada mancha, cada proceder.


















Cuando quieres llegar a lo divino coges la carretera de la armonía.


La senda de ti.


De cada cosa de ti.


Se tiñe.


Se tiñe de eso que es divino.









Cada rincón es la sombra de tu ser.


La sombra de tu luz.


De esa luz que se enciende en cada uno de tus movimientos.


De esa luz que provoca la sombra, sombra de lo que le rodea.


Cada rincón, bañado de ti, sin embargo, se convierte en tiempo eternidad.


Cada rincón es solo un hueco de aquello que no conoces de tu ser.











Ananda es un vals antiguo.


Uno de esos valses donde todo gira.


En giro ordenado gira la vida.


En giro ordenado, giro de vals es tu ser.


Tu ser que cuando es no deja de girar.


Y el giro eres, y el giro es. Es una de esas tomas, en las cuales, teniendo al otro en frente, sin parecerte, alrededor todo no se deja de mover.


En ese momento comprendes que el centro esta vacío.


En ese momento sientes que tu centro esta vacío.


Que todo es vacío, pero vacío con sentido si a ti te ve aparecer.


Vacío de todo, y de todo henchido.


Vacío no es tu ausencia, tu ausencia es desolación.


Vacío no es tu ausencia, eso no puede suceder.


Vacío no es tu ausencia, vacío es el egoísmo de mi ser.


El egoísmo que me lleva a quererte coger.


Egoísmo que pretende que frente a mi te debas detener.


Vacío es sentir que sin ti todo no es. Y en ti es, todo es.


Porque en ananda celebras el baile de la vida.












No importa de mí.


Solo lo profundo.



























Cada palabra ha de tener espacio en su sombra.


Cada palabra.


Cada palabra que la voz pronuncia.


Cada pensamiento que la mente elucubra.


Cada una de estas composiciones, frente a ti parecen nulas.




































Hoy he vuelto.


Con la noche he vuelto.


Con la noche de primavera que te entra en los adentros.


Con la noche, noche, con la noche de los adentros.


La de fuera y la de dentro.


La de fuera, es pensamiento.


La de dentro, esa, esa es sentimiento.








Toda la noche y todo el día.


Inundado de ti.


Todo en noche, todo en día.


Oscuridad al verte, luz al ir.










Así pasa un tiempo preparatorio de estío.


Así pasa, pasa con algún sentido.


Pasa con el sentido de ti.


Pasa de paso.


Pasa por donde te has perdido.


Si yo yazgo no es dormido solo trastornado.


Muerto en el baile, del baile no dormido.


Echado de mí por ti.


Por ti, en ti perdido.


Que sin mi no se vivir.


Y sin ti no vivo







Ausente de todo la luna se levanta, en el orgullo de un día que es noche.


En la noche del día la luna se apaga.


En la noche y la luna que en el día es apagada.







La vida es un baile.


Baile de una canción de sonido omitida.


Una canción de sonido triste, y de grave melodía.


Una canción de un solo tono.


Una canción que vibra.



Mmmmmmmmmmmnnnnnnnnn.


Desde los adentros se extiende.


Desde allí vibra.


Perdida del amor, hallada en la vida.


Una vibración, una melodía.


Bailar desde el grave subiendo a tu alegría.





El grave que es grave, grave de voz sometida.


Grave de garganta honda.


Grave, de grave, hundida.


La voz es un tiempo ronco de penar hondo sometida.


Un quejio que pronuncia.


Que pronuncia grave melodía.


La voz es grave, porque todo es grave, sin ti, alegría.















La voz se extiende desde la garganta en valle a la boca cornisa.


De la onda al punto.


De mí a ti.


En noche, en esa noche, donde la voz es perdida.


En esa noche donde quiero cambiar el viento del pensamiento que te ciña.


Que el pensamiento no deja pasar a mi voz.


Que la voz es honda y todo lo permita.


Que tú sin el pensamiento no eres ilusión en el soñar despierto.


Porque la vida corre como una “maya”.


Maya” de ilusión prometida.


Y cuando despierto te veo.


Y cuando despierto creo en la vida.


La vida que creo.


La vida en la que creo.


En lo que creo con mi vida.


En todo.


En todo ello, hay un centro.


Un centro vacío lleno.


Vacío de formas, de ti lleno.


De ti y este mes, este mes de flor y huerto.


De ti y el mes.


De todo un mes de todo lleno.








El silencio de la primavera en la noche de mayo se extiende como una sonrisa no forzada.


Las sonrisas son luces. Luces azules, de azul espacio, de azul tenue apagado, de azul tenue apagado en dorado.


El dorado es rojo, de rojo a colorado, encarnado en luz amarilla pálido, así tinta el azul al colorado.


Las luces no son estrellas, son estrellados. Estrellados son los vientos, los vientos de luces de azul a colorado.


Los vientos estrellados se han parado, los árboles descansan en un verde aumentado, un verde aumentado que es el previo al verde apagado.


Todo esto no es nada.


Nada sino estas a mi lado.













Te llamo al viento.


Son las tantas..., menos cuarto.


Son tantas que no me atrevo.


El viento es más osado.









Debo bajar.


Descender.


Parar un tiempo que se extiende más allá de lo permitido. El tiempo que se extiende así, es el que te lleva a los sueños.


Hoy he visto en una tienda de calle unas plumas que alrededor de un aro llaman atrapasueños.


En eso es acertado.


Los pensamientos van a ras de suelo.


Los sueños son más elevados.


Por eso, al tener que ser colgados en una altura de la estancia, a los sueños, podrán atraparlos.


Abajo los pensamientos, a nosotros, nos van atrapando.










La vida se va descomponiendo en menudas estelas de luz como un atardecer.


Un atardecer lánguido de mes de mayo.


Un atardecer donde la luz se extiende hasta la extenuación en cada una de las gotas que pueden tintar el cielo.


Así la vida se va descomponiendo en cada hendidura de salto de día a noche, para en unas breves horas volver de noche a día.


Todo es tan lento. Es tan lento que lo especial solo así puede suceder. O sucede en lento para ser lento, o en rápido para se parado.






Ananda se traducía como bienaventuranza.


Era bienaventuranza y no lo entendía.


¿En que podía consistir?


Lo primero que haces es tirar de manual, y cuando más indagas más alejado te encuentras.


Ananda es encontrar el mes de mayo en el invierno.


Pero eso, no me lo podía imaginar.


Eso no lo podía suponer.


Por tanto, volví al manual.






Me perdí por cada una de las posibles interpretaciones.


En todas ellas existía un común religioso.


Común que nos alejaba de nuestro propósito.


Nos alejaba tanto como nos puede alejar un despropósito. Y es que era eso lo que estaba cometiendo, un autentico improperio a la esencia.






En invierno hace frío.


El frío te lleva al recogimiento.


De todos los recogimientos no hay ninguno tan frío como el que espera a las once en una parada de autobús.


La cabeza ya esta en casa, pero en casa no estas tu.


Metido en esos menesteres y en otros de más elevado proceder, en ese momento una pareja bailo.


La parada era fría.


Para mi era fría.


Para mí que estaba en invierno era frío. Pero no para ellos.


Para ellos el danzar, el calor del flujo del corazón les llevo a un mayo hermoso.


A un mayo donde danzar desde el centro, un centro sin frío.


Eso es.


Eso es todo.













No existe ningún otro momento.


No puede haber otro momento como eso, eso que estaba viendo y en un manual no halle.


El viento del pensamiento frente al calor tibio del sentimiento.


El baile, ananda, en bienaventuranza es solo el estado donde el corazón se halla afinado, templado con la esencia del amor.


Amor en general no solo amor de pareja.


Amor en general como una danza, donde tú danzas, en esas danzas de música lenta eterna.


Allí donde el tiempo se para en cada voz, se convierte en cada silencio. Y cada silencio es solo un momento. Es aquí el sentimiento y es tanto que ahora es padecer.


El sentimiento es tan hondo que se convierte en padecer, padecer lo hermoso más que el frío que hay alrededor.


Y es que en ese invierno halle una de las vías de entrenamiento a dios.







Bailar con la vida.


La religión es solo una hoja al viento.


El entrenamiento es solo un entrenamiento de ser una hoja al viento.


No por dejarse llevar. Arrastrar muchos dirían, sino por dejarnos tan muertos que interpretemos cada flujo cada dirección y cada existencia, como un sentido profundo que se nos escapa, pero que en nuestra piel aflora.


La primavera como primavera no es un tiempo.


El tiempo es nuestro.


Es un estado directo de interior que se muestra.


No permitir nada que no sea.


Nada que seas tú, que lastre tu vela.


Tu vela al viento henchida en cualquier dirección, en cualquier sentido.


Aprovecha su fuerza para llegar, no para soplar en su contra.


Eso es permitir.


Eso es ananda, no solo llenarte de ese viento, sino en un baile convertir su encuentro. Cada encuentro con cada acontecimiento.


Bailar las olas.


Bailar en el viento.


Bailar es ananda.


Ananda es aceptar.


Es una sencilla búsqueda de lo bello.


No más sentido ni sentimiento.


Lo único que buscas en su danza es el sentido estético de esta.


No estas tú, no esta ella.


Solo comunión, solo conciencia.


Conciencia de ausencia.


Conciencia de un pensamiento que no llega.


Conciencia de un latido que no se acelera, de una respiración que desciende, de algo en tu interior que se eleva.


Ese baile es danzar en un viento donde el sentido solo es eterno, tan eterno como la palabra en que lo escribo.


Eterno es solo una palabra.


Una pura y simple palabra.


Una palabra donde tiene un inicio como comienzo y un fin como limite de trayecto.


La palabra es solo eso.


Ahora, si puedes mirar en el transverso.


Si puedes mirar en su perfil de fina hoja.


Su grosor indica la hendidura del concepto profundo de lo que eterno.


Y eso mismo es un vuelo.


Y eso mismo es volar.


Sin dirección, con viento.


Por eso es un sueño.


Por eso un atrapasueños esta quieto hasta que toca su suave viento una de las plumas que cuelgan a su centro.


Los sueños soplan y se baila en su viento.


Cuando se marcha no hay adiós.


No hay un adiós que indica que paso.


El aire se ha ido, pero el momento es eterno.


Tan eterno, que aun dura su último vuelo.









Este mes de mayo me ha sorprendido.


Sorprendido como el viento que antes mencione.


Me ha sorprendido, porque nada espere. Nada espere y todo dance.


Mirar al mundo es participar, como participa el ala en el vuelo.


Con utilidad, dejándose elevar, dejando llegar el vuelo. Un vuelo de volar, un vuelo que es viento.


Es necesario ser esa hoja que muerta es llevada.


Nada más, nada más que eso.


Imperturbable como el que ha muerto.


Imperturbable como el que para este mundo ha muerto.


Como un desarrapado que eligió.


Como un mendigo.


Como un ausente de destino.


Pues solo entonces serás carente de peso.


Es curioso que nuestro idioma asocie el vacío de forma al desahuciado. Sabes que no es eso a lo que me refiero.


Trasciende pues su sentido léxico.


Trasciéndelo y danza con el viento.









Has metido alguna vez las manos en un río.


Las manos que entran en un río de cascada, de esos ríos que caen desde una ladera. Un río de montaña de esos donde en un deshielo convierte cada gota en esencia de naturaleza de recuerdo.


Naturaleza de recuerdo es esa en la que pocos han estado pero todos evocan.


La naturaleza de transito fácil a lomos de pensamiento.


Que el pensamiento no cansa los pies.


Que el pensamiento es solo evocador de aquello que te cuentan y no ves.


Si las manos entran en su agua, notaras que esa agua de pura es sólida.


Estamos hablando de un agua que es más sólida, no por torrente sino por pura agua.


La esencia del agua, su ser, es correr en una ladera para ser sorprendida, para que tenga que esquivar tus manos sumergidas.


En ese momento tus manos empiezan a desaparecer.


Tus manos no le quedan, primero dedos.


Luego, de forma lenta, hasta la muñeca, la palma se va durmiendo.


Durmiendo.


Durmiendo y deshaciendo con el agua que desciende.


Siempre la misma pero distinta, sólida en su pureza y en su continuidad.


Ahí desapareces.


Eres capaz de hacer desaparecer parte de tu ser.


Desaparecer, insensible, seccionado por el cuchillo de una gélida pureza.


Y tú desde afuera flotando en un exterior que en esa misma superficie se refleja.


Tú desde afuera observas.


Solo observas.


Consciente, existente, observas.







Afloja.


Afloja un poco. Solo necesitas eso.


Si vas tan rígido, tan tremendamente rígido, no te vas a poder mover.


Por eso afloja.


Todas las plantillas de comportamiento que fijas para el mundo de fuera son importantes en tu existencia.


Bueno, no en tu existencia sino en tu subsistencia.


Por eso afloja.


Todo lo que creas como un estrechamiento del alma, llevado a los extremos te puede perjudicar.


Toda plantilla que coloques para entender al mundo no puede ser confundida con el mismo mundo, no puede.


Entonces lo que te sirvió empieza a ser servido.


De servido a sirviente.


Porque tu estas vivo.


Tú estas vivo y lo otro inerte.


Tú estas vivo, y tienes que dormir. Tienes que descansar.


Lo otro es inerte.


No tiene sentido sin ti.


Se alimenta de ti.


Te sangra a ti.


Te destruye lo único que puede ser eterno, tu interior.


Por eso, separa las cosas, usalas, danza con ellas, mas no te aferres, no cometas ese error.














Y llovieron flores.


Llovieron flores en un camino violeta.


En un camino de mañana.


En un camino de un parque donde trocitos violetas descendieron del cielo del alma de una arboleda dispersa en el aire.


El camino mezclaba tierra con pavimento.


El camino era una alfombra de pétalos violeta de corazón.


Pétalos donde llovieron flores.


Pétalos no de rosa, sino de humildad de un suelo alfombrado al caminar.


Entonces, en esas mañanas donde el alma te llevaba a los parques.


En esas mañanas donde el corazón comenzaba con la ilusión de unos pétalos que creíamos puestos a nuestros pies.


En esas viejas mañanas de corazón en espera de un cielo que con ella siempre llega.


Una mañana de otoño romántico.


Porque siempre, siempre, el tono romántico de la existencia te lleva a un posterior despertar.


Ahora si a ti también te llueven, si las flores descienden, no pienses en un mañana. Solo la vida desciende en un escándalo de amor en tu interior.


No busques otra situación.


Solo deja que la primavera de otoño te llene.


Quien un día es romántico, tiene garantizado en el mañana un despertar.


Ahora, mientras tanto, encamina tus pasos, allí donde llovieron flores y de las flores los pétalos.

















Una mañana.


Pasear por Madrid una mañana.


En una parte donde Madrid extiende sus calles.


En un Madrid donde las casas se separan cada una enfrente de la otra.


Quieren estar separadas. Quieren estar separadas para que las calles se alineen en forma de cuadricula.


No es ese revoltijo del centro. El revoltijo que te lleva a Madrid a llenarlo de rincones.


Madrid se abre, se abre en calles anchas, en calles abiertas.


Es necesario que pienses trasladarte allí.


Si lo haces llegaras a una mañana donde una monjita vende unos rosarios y unas estampas en la esquina.


La esquina de una de esas glorietas abiertas.


La luz, la mañana.


Es una de esas mañanas que te invitan a entrar suavemente en un ritmo más lento.


Si lo logras, si lo logras, podrás percibir una sonrisa.


Una sonrisa.


Todo lo que hay en su rostro es una sonrisa.


Una pequeña sonrisa, una pequeña sonrisa y una gran luz.


Esa sonrisa solo la comprendí con el tiempo transcurrido, el tiempo que transcurre en la vida diaria. La vida diaria que te llena en los sitios de un marcado estado de constancia, de continuidad.


Pero la sonrisa llega, la sonrisa llega de continuo.


Llega de continuo a una mente que te va llevando a esa mañana, a esa luz, a esa sonrisa.


Sigues moviéndote por Madrid, por tu trabajo, por tus calles y rincones. Pero la sonrisa esta ahí.


Esa sonrisa solo la he visto otra vez.


Era una noche donde la tele se vuelve pesada.


Cuando llega la madrugada, llega la cultura.


Donde sino podían esconder el criterio para que no molestase.


Esa mañana tocaba esconder al Dalai Lama.


Esconder a esta persona solo es posible a través de que lo que diga sean respuestas a preguntas estupidas.


La estupidez extiende un halo misterioso y continuo. Que sostenido en un dialogo de besugos permite tapar en escasa media hora a cualquiera.


Y claro, luego por necesidades de programación, programación a esas horas, se tiene que cortar.


La despedida. En la despedida, junta las manos y cuando agacha la cabeza, en ese momento una sonrisa se esboza. Si otra vez esa sonrisa aparece.


Entonces comprendes que no es propiedad de una persona.


Es cuestión de un estado.


Un estado que te lleva a esbozar esa sonrisa que te he tratado explicar.


La mandíbula y no solo en los pit bull supone una muestra de tu estado interior.


Su logras aflojarla es consecuencia de que algo interno esta pasando.


Hay un informe de aquellos que se dedican a meter en un cajón de explicaciones aquello que es maravilloso. Donde explican hábilmente que uno de los principales síntomas de la felicidad, era olvidarse de uno mismo.


Y ya esta, esos son avispados, no el que mato a Paquirri.


La felicidad es consecuencia de que te olvides de ti mismo.


Y eso es todo. Para eso una subvención, que ahora llama beca.


La sonrisa y el olvido, mas que de un estado de amnesia y lerditud es consecuencia de un proceso.


Un proceso que te lleva a tu interior.


Un proceso que desde tu interior adiestras tu día a día.


Un proceso, el final de un proceso y la cara del que ha llegado.


Ya ha llegado, eso es todo.


Ha llegado.


Ha llegado, y te mira y esboza una sonrisa.


Ha llegado, y lo mismo puede estar en una esquina con un rosario o en la tele con una entrevista.


Ha llegado y te invita.


La sonrisa invita.


Invita a toda una vida o solamente a un rato de paz. Lo que venda es secundario al igual que la entrevista.










Los ojos del tigre.


Los ojos del tigre, es algo mas que la versión musical de una historia de Stallone en cualquiera de los Rocky.


Los ojos del tigre es un estado de meditación.


Siempre o casi siempre al menos, en el momento que cierras los ojos entrando en meditación notas como dos puntos de luz en cada ojo solo mirando en frente.


Observas ese color amarillo.


Ese circulo, cada uno enfrente de cada una de tus pupilas.


Eso en meditación es el otro lado del espejo.


La otra cara que te observa.


Anverso y reverso situados enfrente.


Eso es el estado de trascendencia.


Eso es la luz que tu reflejas, siempre el otro lado.


Eso es muy importante que lo comprendas en tu meditación y en tu evolución dentro de tu estado de consciencia.


La consciencia que se extiende mas allá de lo que ves.


-Cierra los ojos. ¿Qué ves?


-Nada.


-Eso demuestra lo ciego que estas.






Cuentan una historia de un maestro zen que se arranco los parpados.


Que se arrancara los parpados quiere decir eso. Que dejo de mirar solamente con los ojos abiertos.


Si cierras los ojos veras.


Cada uno de los juegos de luces, de formas, de sueños es solo un indicativo de donde te hallas.


El estado de mirada, de los ojos que se enfrentan en ese ultimo estado de consciencia es solamente la visión de ese otro mundo que niega el plano en el que ahora mismo estas.


Los ojos del tigre, de ese tigre acechante es tu interior.


Ese tormentoso interior que esta dispuesto a saltar.


Dispuesto a interrumpir cualquier circunstancia que te lleve a la paz.


Feroz, acechante, solo espera el momento de su entrada.


El momento que te haga saltar de dimensión, cambiar de consciencia.


Es muy importante que seas consciente de ello.


Si lo eres podrás transcenderlo.


Esos ojos también llamados de serpiente, es una invitación a que en su mirada te pierdas.


Por eso son de serpiente.


Por eso si te arrastra o te posee, en la lucha con ese pensamiento hallan ellos su alimento.


Un alimento que se trasmite de tus entrañas a su absurdo a través del gozo o la lucha.


Yo ese estado lo conozco en el concepto de vacío.


Para llegar a samadhi, pasas por un momento en el que todo lo real se ve difuminado.


Ese estado de vacuidad se puede definir a su vez como un estado de vaciedad de tu interior.


Puedes verlo como un vacío de formas o una desolación.


Como una tierra a punto de germinar o una tierra arrasada.


La forma de verlo es solo una gradación de tu interior.


Es como si dieras un salto en la línea del tiempo solo que no sabes en que época caerás.


Desolación y vacuidad es lo mismo, solo depende de la temperatura de tu interior.


Cada vez que trate de entrar en esa dimensión solo lograba a través del estado mas doloroso.


La causa fue que fui invitado a estrellarme, no lo prepare. Por eso esa situación.


Cuando eliges la preparación aterrizas bien.


No obstante, cuando ese estado te invade solo se supera por la comprensión.


Comprensión por los sucedido.


Comprensión por admitir que en ese estado solo existe la evolución a posiciones mas favorable.


Comprensión que la desolación solo se alimenta en dolor de su propia contemplación.


En su contemplación, en el recreo de tu mirada en la mirada de la serpiente, te lleva a la destrucción.


Esto es así. Esto es tan así, que nadie te lo cuenta.


Por eso, por eso mismo debes de un modo continuo afinar tu corazón para que el instrumento sea equilibrado en su vibrar.


Desde el corazón con amor equilibras el desajuste.


El amor solo saca amor.


Amor saca amor, que diría la Santa.


El amor es la única capacidad creativa favorecedora de tu interior.


El amor es muy amplio, pero en su generalidad solo existe la constante de dar, dar sin espera de gratitud.


Dar sin espera de gratitud te lleva a tu no existencia.


Tu no existencia es lo que lleva a la totalidad no a la aridez.


Transforma la ausencia en plenitud de tu alma, depende solo de tu capacidad de amar.


Amar en si, por si, amar hasta la compasión.






En este mismo aspecto, se desarrolla un proceso de tristeza.


La tristeza es un estado donde la energía viaja al interior.


Al viajar al interior, todo se vuelve.


La primera consecuencia de la tristeza es que no puedes obrar. Actúas en hueco.


Tu energía no es expande.


No te puedes volcar.


El no poderte volcar te produce tristeza.


Eso el luchar.


La energía se expande y posteriormente se concentra.


Cuanto mas alto llegas, mas profundo tiene que ser el impulso y viceversa.


Si luchas en contra conviertes la tristeza en pena.


La tristeza solo se puede trascender en sensibilidad.


La transformación su trascendencia es solo a través de la sensibilidad. Con ella del interior, tu interior se muestra afuera.


Eso es trascendencia.


Eso es pertenencia a un universo de dulce suavidad.

























Solo te alimentas.


Todo es en ti, de todo te alimentas.


La mas mínima interferencia del exterior en ti, cada una de las convergencia es una ingesta de matices que te elevan.


Es tan importante el ambiente.


Ambiente es en la piel percibir lo que se huele.


Es como afecta la música a la palabra.


Es como determina el atardecer enrojecido de sangre del cielo tu mirar.


Ambiente es el aire que ella despega en un torbellino que se vuelve cuando se aleja llevando tu interior a la tristeza.


Ambiente, es el alimento del alma.


De aquel campo que no es tangible pero puedes tocar.


Bailar en ti es la búsqueda de ese espacio que rebosa en ti paridad.


Equilibrio como un amanecer con cada despertar.


Tu vida, esa pequeña vida que define tu gran pasar. Se compone de esta magia que algunos llaman cotidianeidad.


El zen te llamo a ello.


Yo te digo baila, el zen dice que conviertas cada rasgo de cada actividad y gesto en una meditación.


Como llegas a esa meditación es solo posible a través de la perfección.


Perfección mas allá de cualquier otra cuestión mas de índole estética es el momento donde no necesitas hacer por segunda vez una cosa porque al primera la dejaste incompleta.


Además le pones a ello una perdida de tiempo necesario en la búsqueda de aflorar en lo diario la belleza.


Si así logras y obras. Si así te muestras, la danza de la vida, ananda estarán en tu pertenencia.































Todo depende en tu vuelo desde donde te eleves.


Es necesario que superes tus particularismos.


Esos que te hace ver el mundo como en una especie de patio de colegio.


Un patio donde los niños dirimen esas cuestiones tan trascendentes que no son mas que sus juegos.


Quizás en este ejemplo me quede corto.


Quizás los niños se involucren en una forma tan integra que no sea un ejemplo adecuado.


Todo depende de a donde te eleves.


Un camino siempre es descendente.


Es un descenso.


Es una de esas historias donde es mas difícil controlar tu equilibrio en la bajada que mantenerte en la subida.


Es solo cuestión de no dejarse llevar por el descenso.


Pero todo depende de donde te eleves.


Es necesario una altura que te permita relativizar los distintos argumentos y pensamientos que te trataran de definir.


La vista de un espacio desde abajo frente a un vuelo majestuoso del interior de tu águila.


Antes te hable del tigre y la serpiente.


El tigre es tu interior convulso. Tu interior que explota en un instante en un terrorífico ataque.


Es un fuego que te arrastra.


La serpiente son sus ojos.


Son sus ojos acechantes.


Esos ojos que te enredan.


La serpiente representa siempre la atracción de los abismos.


Tu mente no entiende de negativo o positivo.


Toda su reacción es siempre cuestión de una respuesta a la intensidad del estimulo.


La intensidad, y en eso, todo aquello que es negativo en tu existencia, no puede ser comparado.


La atracción se basa en la vieja frase en la cual el demonio solo tiene un instante para captarte mientras que dios posee una eternidad en su interior.


El águila representa esa interioridad que se eleva.


El águila supone el estado de libertad de no fronteras.


Libertad en estado puro.


Libertad sin medida y sin comparanza.


Ese estado es libertad y su perdida en nuestro día a día.


No existe nada mas triste que lo descafeinado. Y descafeinado es todo aquello que ha perdido su esencia.


Estoy hablando de esos personajes huecos.


Y para ello, para esa absoluta neutralidad, para esa absoluta unidimensionalidad solo se necesita estandarizar unas cuantas cosas.


La primera es la sensación de libertad.


No libertad. Ni libertad es. Es solo sensación. No es perfume, es un agua de colonia.


La sensación de libertad es un ejercicio.


Ejercitas la libertad cuando aquella libertad que ejercitas es la libertad que has perdido.


La libertad se estandariza, y es que así no es peligrosa.


Para ser libre, como eres mas evolucionado que el pollino que se le pone una zanahoria, a ti se te ponen dos. Por eso eres libres porque puedes elegir cual zanahoria seguir.


Por eso el espíritu su eleva.


No por un proceso de religión con lo divino sino por una simple horrorizacion de lo que contempla.


Por eso, aquello que de divino hay en ti se esconde.


Es furtiva su presencia.


Por eso, se muestra en pequeños espacios, en rendijas del tiempo. Eso tiempo que nos acaba de matar sin vivir.


El tiempo dejo de ser presente para pasar a futuro.


Futuro por venir, que así ha dejado tu porvenir.


Presente es el estado eterno.


Todo aquí y ahora.


Presente sin consecuencia y con causa no producida.


Presente hasta los últimos extremos, hasta sus ultimas consecuencia.


Libertad radical, allá donde no es necesaria la elección, allá donde se aferra la totalidad.


Rendijas, pequeñas rendijas por donde a veces el alma se escapa sin que haya podido volar.


Al espíritu se le acojona o se le compra.


Y entonces el águila se domestica.


Come de la mano del que ahora se erige como dueño.


Por eso, por eso, sin perder la referencia de la vida, todo depende de a donde te eleves.


Todo depende de tu espíritu.


Todo depende de tu meditación, de tu silencio, de tu conciencia, de tu temblor vital.


Hierático y tembloroso.


Tembloroso por ver por primera vez tanta belleza. Tanta densidad, tanta esencia.


Olvidas la forma y comprendes la singularidad en lo divino de la sin-forma.


Eres sencillo vacío pues de allí, tu espíritu vuela.


Simple vacío para caminar en el camino que no tiene vereda.


El camino que va por el centro de la pradera.


Por el centro de esa senda que solo se ve desde el cielo donde tu espíritu se eleva.


Eso lo sentirás cuando cada día se componga de una profunda calidad de matices en aquello que se considera cotidiano.


Por eso el espíritu se eleva al país de los cielos de los aromas y las esencias.








Este mecanismo es tan sutil que raya en lo maquiavélico.


Tienes el ejemplo de la publicidad.


La publicidad, según los expertos, es la capacidad de crearte la necesidad de un producto.


La publicidad no es esa.


La publicidad por repetición, por reiteración es una estrategia que te lleva a estados de inconsciencia.


Eres inconsciente no por fijarte en el producto, sino porque pones a tu mente en automático.


En ese momento te exilias.


En ese momento te ausentas.


Ahí, sin tu consciencia que aburrida de tanta tontería, sin tu consciencia que actué como un filtro, a tu inconsciente todo le entra.


Entonces ese inconsciente se convierte en la cloaca de todo lo que te rodea y almacena.


Esa es su sutileza y esa es su realidad.














Toda la vida es un estado de sensibilidad.


Hasta la ausencia de la sensibilidad se considera como su presencia.


Sensibilidad es la capacidad de dotar de profundidad a todo aquello que es sencillo y conferir sencillez a lo que parece complicado.


No existe nada mas profundo que la vida.


La vida es un estado de totalidad a la que cuando queremos darle una complicación en el modo de vivirla, esta se nos escapa.


Se nos pierde.


Por eso en lo sencillo esta lo profundo.


Debes llegar con ese estado de extrema sencillez frente a todo.


En la medida que tu seas sencillo llegaras a comprender la compleja profundidad de un entramado que llamamos mundo.


Sin embargo si es tu mundo el que es complicado, te será imposible percibir lo exterior.


Bastante tienes con resolver lo que hay en casa.

































En todo esto hay un instante.


Tan solo un instante.


Llegar a ese instante es cuestión de parar el tiempo.


Parar el tiempo.


Porque el tiempo sino no se para.


Porque el tiempo nos ha permitido separarnos de nosotros.


De nuestro ritmo.


De nuestra cadencia.


De nuestro tao.






El primer paso es siempre separarte de ese mundo que consideras real.


Tener un pie en una orilla y el otro en la otra.


Tener un pie pero no tener apoyo.


Tener un pie que puede ser levantado en cualquier momento para volver a tu rostro original.


Mantener un pie como diría en Tai chi, en posición falsa.


No enraizado.


Alejado y distante.






Vivir el mundo pero mantenerte alejado. Alejado y distante.


A ese mundo que un día usamos para medir nuestro sistema, lo hemos dotado de una materialidad y una temporalidad, para creernos su existencia por encima de la nuestra.


Es, en ese mundo donde solamente definimos lo que somos.


Somos lo que no somos. Por eso somos lo que somos.


Salir de ese galimatías es el primer paso.


Toda meditación se convierte en la creación de una deidad de carne y hueso que nos aleje de ese falso contexto.


El problema es que dentro de esa divinidad hemos encontrado el ultimo retazo de lo mas sutil de lo mundano.


Pasamos de adorar el becerro de oro, a solo importarnos el oro del becerro.


Esa realidad llamamos religión, filosofía o vete tu a saber.


Siempre tenemos circunstancias que superan al hombre.


Siempre miramos desde la distancia a aquello que tenia que ser el centro.


A aquello que era referente, se ve sometido a la verdadera disciplina de quien se suponía que debía haber estado a nuestro servicio.


El problema es que tratamos con un verdadero absurdo que cada vez que lo tomamos en cuenta lo dotamos de realidad. Ese absurdo existe en la medida que es el centro de nuestra atención.


La realidad de todo este proceso se halla en el hecho de que todo aquello que proponemos se haya sometido al tremendo dictamen de una realidad que nos trasciende y sobre la que nos vemos incapacitados a operar.


El absurdo solo cobra sentido por nuestro interés.


Somos el traje que nos ponemos.


El traje nos determina.


El traje determina lo que creemos que somos.


El traje es la medida que determina lo que eres en relación con ese exterior que llamamos realidad.


Nostalgia de un tiempo donde el ser trascendía al tener.


Nostalgia de tu tiempo antropocéntrico.


Nostalgia solamente de los jardines perdidos.


De esos instantes de ausencia, ausencia de la realidad que nos determina y condiciona. Que nos aliena.


El traje no es mas ridículo que en la medida que se ve fuera de cacho.


Cuando a esa persona la quitas aquello donde vuelca su aroma, en ese momento, se queda desnudo como cuando se desnuda a un bebe para cambiarlo. Con una única diferencia, el infinito se le ha escapado.


Ponle a ese bebe un rostro de cuarenta años y es lo que te queda.






Por eso la primera condición para trascender es volver a la estancia de tu esencia.


Es salir por la puerta.


Es salir como cuando te vas del cine en medio de la película.


Te escapas a escondidas, agachado para no despertar a los otros espectadores. Dejas en la pantalla, lo que se considera real, para ser solo una sombra de un reflejo que se desliza hacia la luz.


Solo hacia la luz.


Por eso, lo primero que haces es salir de ese estado de hipnótico y colectivo que te lleva a creer que unos argumentos ridículos se consideran como verdaderos.


No es que lo niegues. Es que solo lo ves como un juego.


Y hay una expresión en nuestro castellano tradicional que afirma que no hay nada como mear fuera del tiesto.


Pues a este pipi, considérale el primer paso.


El paso que te lleve fuera con toda presteza.

















Puedo darte muchos consejos.


Los consejos no son mas que palabras.


Las palabras que tratan de ser consejeras.


Palabras de consejos no son mas que palabras huecas.


Por eso puedo darte muchos consejos.


Por eso mismo se crearon la fábulas con moraleja, y es que en ellas, en su generalidad, no hay argumento que no se te pueda aplicar.


Tan bueno es madrugar, porque dios te ayuda, como perjudicial, pues por eso no amanece mas temprano.


Y es que en la lógica todo se puede sostener.


Y cultura es la capacidad de justificar lo injustificable.


Ambas se mueven con el mejor pagano.








Por eso, toda acción de conciencia pasa por salir de ese mundo dual.


Un paso y ya esta.


Una vez fuera tendrás que mantenerte en el centro.


No caer en el error de crear otro mundo paralelo al que es paralelo.


Por eso, una vez que has soltado no te aferres a otro mundo de menor tamaño.


No estreches tu mundo.


No es el mundo el que te ha echado, eres tu el que conscientemente te has apartado.


Ahora aparece el silencio.


El silencio en tu interior.


El silencio.







La voz siempre te lleva a tu interior.


La voz es al menos la vía de tu corazón.


La voz es el calibre de tu pasión.


Cuando la voz se sumerge surge la palabra que te lleva antes de ser emitida, cuando esta envuelta en tu garganta en una vibración, al centro de tu existencia.


Si desciendes por el aire de tus entrañas a tu hara, hallaras la habitación que de este mundo te saca.


La muerte de lo que muere y la vida de lo que es vida.


Lo que vive muere pero la vida siempre habita.


Si desciendes a tu centro no hallaras otra cosa mas bella.






A través de la voz encuentras en su silencio la profunda capacidad de oír.


Oír por ser silencio.


Oír por ser respeto.


Oír por no ser distinto al que se expresa.







Si eres capaz de ser así, solo así, en un instante tu vista se atraviesa de un húmedo rayo de claridad, una gota traviesa que riega lo que ves.


Entre lagrimas de luz, esas lagrimas que quedan en una atmósfera distinta, posterior a la tormenta, son las que crean a luz de la luz el arco iris.


Y en tu vida surge ese arco, iris de tu luz.


Solo entonces con tu rostro enjugado de una total configuración de matices.


Es la primera vez que ves desde tu voz.


Y con la luz en tu interior oyes.


La voz de la mirada.


La voz del silencio de la luz.


Del silencio sale su vibrar.


Un vibrar que cuando es tocado con la mano se nota palpitar, cuando es observado se vuelve en cada cosa en que se convierte en un completo campo de matices de luces, como un arco iris donde todo se descompone en un continuo verso.


Y allí la primavera en otoño, el tiempo en continuo y el instante en eterno.


Por eso cuando te miran sonríes.


Sonríes porque ¿cómo puedo explicar esto?


Por eso tu sonrisa lleva en su interior todo ese momento.










Por eso danzas con la vida.


Danzas con la vida que esta viva. Y esa vida es solo la vida eterna.


La vida que no piensa en presente o pasado.


La vida que no piensa, que se siente.


Si cierras los ojos y ves en tu voz, sentirás que en ti algo se ha roto.


Que comienzas a correr. Que no tienes libertad, que eres libertad en un tiempo ignoto.


Solo, así, el baile se compromete con el vibrar de tu rostro con una sonrisa en tus labios y con una lagrima en tus ojos.


Sonrisa de éxtasis de luz, lagrima que enjuga cada matiz, cada sutil matiz que aparece cuando el mundo que no es mundo, se ha roto.










Bailas como estado natural, como estado del mundo que observas. El sutil mundo que observas.


Bailas allí donde el cuerpo no pesa.


Bailas porque cada gesto no puede ser de otra manera.


Un ritmo engarzado como la joya al metal.


Un ritmo de mil esencias que son referencia cuando en tu interior vive la armonía del que no tiene que optar.


Solo un instante.


En un instante todo se puede dirimir.







Ese instante es el momento que te enfrentes a cada una de tus muertes.


Muertes de una vida que muere con cada día para poder vivir.


Muerte donde quien decide como morir, puede decidir como vivir.


Ese es el gran misterio.


De nada vale lo que hagas.


De nada vale. De nada.


De nada vale tu virtud, si al final te rajas.


De nada sirve al santo su santidad. La iluminación se produce de manera momentánea al igual que la luz se apaga.


De nada sirve la luz de toda la vida si cuando llegas se apaga.


Eso no sirve nada.


El amor del delincuente, el que llega sin meritos ni vanaglorias.


El amor del que ama, del que ama porque no puede hacer otra cosa, sin esperar nada.


Ser un delincuente sin esperanza, que en cada día lo que se encuentra es un regalo.


No espera, porque no puede esperar nada.


Porque habita un estado sin esperanza.


Porque no exige.


Porque es marginado de aquello que se considera importante y solo le queda el respeto a aquello que en cada duelo engalana.


El momento efímero, el momento del que vive al descubierto con el cielo como pantalla, pantalla de cada sentimiento de cada palabra.


No pide, no exige, no hay esperanza.


Y es que, el que busca el cielo no encuentra.


El que espera solo espera.


Solo tiene un tiempo de un por venir que llama esperanza.


Y que vas a esperar si todo en ti se halla.


Puedes ser un delincuente.


Un delincuente del alma.


Un delincuente sin desasosiego, que mas da si al final comprendes que en tu interior todo se halla.


Que mas da si al final bailas.








Y ese es el gran misterio, la virtud es solo el sentido de la nada.



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