El camino interior duele.
Es interior.
Duele.
El dolor te lleva al interior.
A mi me llevo mi soledad.
Siempre estaba solo.
Por eso, cuando ves todo fuera quieres ver todo dentro.
Fuera mi barrio era gris, enseguida la pared cerraba tus sueños.
Las aceras y los sueños se llevan mal.
Yo, y mi interior y sentirse un idiota me ayudo a comenzar.
Idiota era la canción de castillos en el aire, aquel que creía que las cosas se podían hacer de otra manera. Idiota era Juan Salvador Gaviota. Y siempre el sueño o la esperanza de que había algo, algo que se ocultaba.
El primer paso fue el idiota, ese idiota que pensaba que volar era posible y ese idiota que le hicieron vivir con los normales para civilizarlo pero, lo siento, no pudieron.
Tengo tanto cariño por ese tiempo que ahora miro a ese inicio de lo que fui sin saber lo que fue. Y me emociono.
El siguiente paso fue la magia de la palabra.
Y al idiota le siguió el poeta.
Y fue el verso la primera forma de alquimia.
La receta mágica fueron de todo el universo los sonetos de amor de Quevedo. Y por primera vez en mi alma sentí un reflejo.
Me llamo barro aunque Miguel me llame, empezó diciendo Miguel Hernández y desde ahí surge un área de poética que me llevo a dos áreas. La primera a mi no-yo, pues lo que escribía lo oía y jamas fue por mi generado y luego la razón de todo ello era la conexión en shingon con la energía sin tiempo.
De ahí, aparece el maestro pero eso es otra historia que otro día os tendré que contar.
...no le busques sentido, no lo tuvo, o no. Mmmz
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