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Miguel Mochales

Miguel Mochales

lunes, 20 de enero de 2025

Corona. Reino. Rey.

 La Corona, el Chakra Corona y la Expansión del Cielo: Una Reflexión Filosófica y Teológica

La imagen de la corona colocada sobre la cabeza de un rey, sin tocarla directamente, es un símbolo profundamente evocador. Este gesto ceremonial resuena no solo en la dimensión política o monárquica, sino en niveles filosóficos, teológicos y espirituales que trascienden lo inmediato. Desde la perspectiva del chakra corona, la conexión simbólica con el árbol de la vida y la metáfora del bonsái como una limitación de lo trascendental, este gesto puede ser analizado como una poderosa representación de la relación entre lo humano y lo divino, entre la materia y el espíritu.

El Chakra Corona: Apertura hacia lo Divino

En las tradiciones espirituales, el chakra corona, situado en la parte superior de la cabeza, se asocia con la conexión con el cielo, lo divino y el absoluto. Este chakra no es un punto físico, sino un umbral energético que se percibe como la puerta hacia la trascendencia. Al igual que una corona que flota simbólicamente sobre la cabeza del rey, el chakra corona no está "contenido" en la materia, sino que se abre hacia lo infinito, hacia una dimensión que excede las limitaciones terrenales.

Que la corona no toque la cabeza refleja esta separación sutil entre el mundo terrenal y el celestial. Es un recordatorio de que el poder del rey no es inherentemente suyo, sino una representación de una autoridad que le es conferida desde lo alto, desde un plano espiritual. En términos teológicos, esto simboliza que el poder humano es efímero y dependiente de la gracia divina, una energía que emana del Creador y que solo puede ser canalizada, nunca poseída en su totalidad.

El Árbol de la Vida y el Arraigo Invertido

En el misticismo, el árbol de la vida es un símbolo universal. Sin embargo, se entiende como un árbol invertido: sus raíces están en el cielo y su copa en la tierra. Este esquema refleja una inversión de las categorías habituales de crecimiento. Las raíces del árbol celestial no buscan hundirse en la materia, sino en lo trascendental. En este sentido, el ser humano es un microcosmos de ese árbol invertido: nuestro crecimiento espiritual requiere echar raíces en el infinito, en el misterio divino, antes que en la densidad de lo material.

La coronación del rey puede interpretarse como una forma de completar esta imagen. La corona, flotando sobre la cabeza, es como el punto de contacto entre las raíces del árbol celestial (el cielo) y las ramas del árbol terrenal (el ser humano). Así, el rey se convierte en un puente simbólico, un mediador entre el orden cósmico y el mundo terrenal. Desde esta perspectiva, se le otorga no solo un mandato político, sino también la responsabilidad de reflejar en su gobernanza la armonía del cosmos.

El Bonsái y la Limitación de la Maceta

El bonsái, con su forma exquisita pero contenida, es una metáfora poderosa de las limitaciones que el ser humano puede imponerse al espíritu. La pequeña maceta que restringe el crecimiento del árbol simboliza las estructuras mentales, emocionales y sociales que impiden que nuestras "raíces" espirituales se expandan. De manera similar, el alma humana puede quedar confinada si no amplía su "maceta simbólica", es decir, su visión de la existencia y su capacidad de conectarse con lo infinito.

La tradición mística sugiere que ampliar esta maceta implica trascender los límites autoimpuestos, expandir la conciencia más allá de las ataduras del ego y de los condicionamientos terrenales. Aquí, el chakra corona juega un papel fundamental. Al abrirse hacia el cielo, hacia lo divino, el ser humano comienza a superar estas restricciones, permitiendo que su espíritu crezca y se expanda como un árbol que encuentra tierra fértil en un espacio ilimitado.

Teología del Cielo y la Ampliación de la Maceta

Desde una perspectiva teológica, "crear ese cielo" o ampliar la maceta es una invitación a reconocer que el espacio de lo divino no está limitado a un reino distante. Jesús mismo enseñó que "el Reino de Dios está dentro de vosotros" (Lucas 17:21). En este sentido, el cielo no es solo una realidad externa, sino una dimensión interior que el ser humano debe cultivar y expandir.

Ampliar la maceta significa reconocer que el crecimiento espiritual no depende solo de estructuras externas, sino de una apertura interna hacia la gracia divina. Es una invitación a salir de las limitaciones de lo mundano para entrar en la libertad infinita del Espíritu. La maceta pequeña no es un obstáculo impuesto por el Creador, sino por las propias elecciones y percepciones humanas. En la medida en que uno amplía su capacidad de recibir la luz divina, se experimenta un crecimiento que trasciende la comprensión humana.

La Corona como Símbolo de Trascendencia

Volviendo al acto de la coronación, podemos interpretarlo como un recordatorio visual de esta realidad espiritual. La corona sobre la cabeza, sin tocarla, representa que el verdadero poder no es algo que pueda poseerse plenamente, sino algo que se manifiesta a través de la humildad y la conexión con lo divino. El rey no es el dueño del poder, sino su custodio.

En términos filosóficos, esto resalta la naturaleza paradójica de la autoridad: es algo que se ejerce en la tierra, pero que encuentra su legitimidad en el cielo. Teológicamente, nos recuerda que todo poder terrenal debe someterse a la soberanía divina. Si el rey no se somete a esta realidad superior, corre el riesgo de quedar atrapado en una "maceta" de su propio ego, desconectado del árbol de la vida y del flujo del Espíritu.

Conclusión: Un Llamado a Ampliar el Horizonte Espiritual

El símbolo de la corona, el chakra corona y el árbol de la vida nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con lo trascendente. Nos desafían a salir de nuestras limitaciones, a expandir la maceta de nuestra conciencia y a reconocer que nuestra verdadera fuerza no proviene de lo que poseemos, sino de nuestra conexión con lo divino.

Al igual que un bonsái puede alcanzar su pleno potencial solo cuando se libera de su pequeño recipiente, el ser humano está llamado a crecer espiritualmente al abrirse al infinito. La corona que no toca la cabeza es un recordatorio de que, aunque nuestras raíces están en la tierra, nuestro verdadero sustento viene del cielo. Expandir ese cielo no es una tarea externa, sino un acto profundo de transformación interior. DC

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