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Miguel Mochales

Miguel Mochales

sábado, 18 de enero de 2025

El lenguaje oculto del músculo

 La frecuencia neurocelular: el lenguaje oculto del músculo

(Ensayo filosófico y científico inspirado por la visión de Miguel Móchales)

La historia del músculo ha sido contada de manera burda. Durante siglos, lo hemos reducido a contracciones mecánicas, a un amasijo de fibras que obedece órdenes rígidas, medidas en series y repeticiones. Este modelo de pensamiento lineal, arraigado en la ciencia mecanicista, ha deformado nuestra comprensión de su esencia más profunda: el músculo no es esclavo del número, sino intérprete de frecuencias. El músculo no repite, sino que vibra. Y es en esta vibración donde encontramos el enigma neurocelular que late bajo su superficie.

El músculo como un órgano de consciencia

El músculo no solo obedece al cerebro, como tradicionalmente se ha creído. En su actividad subyace un proceso de "pensamiento celular", un contraste perpetuo de información que trasciende lo meramente físico. Cada fibra muscular actúa como un nodo en una red de comunicación, sintonizando frecuencias neurocelulares. Aquí yace la clave: el músculo no entrena en repeticiones, sino en niveles de resonancia, en un baile de tensiones y relajaciones que es un diálogo consigo mismo y con el entorno.

Miguel Móchales hablaría, quizá, del "músculo pensante" como una paradoja: un órgano al que hemos reducido al ámbito de la fuerza bruta, pero que alberga una inteligencia sutil. No es una inteligencia consciente al estilo cartesiano, sino una consciencia pura, ligera, que no está encadenada al pensamiento denso de los números. Aquí no hay series, sino patrones. No hay repeticiones, sino oscilaciones. El músculo no es una máquina, es una antena.

La frecuencia: el verdadero lenguaje muscular

Las repeticiones no tienen sentido en el lenguaje del músculo, porque este opera en un ámbito completamente diferente: la frecuencia. Cada contracción muscular, cada estímulo, genera una resonancia específica que envía señales al sistema nervioso. Este no es un proceso aleatorio, sino una sinfonía cuidadosamente orquestada de frecuencias que se comunican a niveles subcelulares.

La frecuencia neurocelular puede entenderse como un estado vibratorio en el que las células musculares interactúan, respondiendo no solo a estímulos eléctricos o químicos, sino también a patrones de contraste. Es decir, el músculo "piensa" al percibir diferencias: entre tensión y relajación, entre activación y reposo, entre estímulos internos y externos. Este contraste es el que da forma a la información celular. El músculo no se activa porque lo ordena la consciencia densa del cerebro, sino porque resuena con la consciencia pura del cuerpo.

La danza de la consciencia pura

La consciencia pura es el lenguaje del músculo, porque opera fuera de las limitaciones del pensamiento racional. Es fluida, indivisible, y no puede ser capturada por ideas densas como las series y repeticiones. La consciencia pura no puede ser medida ni categorizada; simplemente es. Y en el músculo, esta consciencia se manifiesta como un estado de flujo en el que las frecuencias neurocelulares se armonizan con el movimiento.

En este contexto, el entrenamiento muscular deja de ser una actividad mecánica y se convierte en una práctica de sintonización. Ya no se trata de levantar peso en ciclos repetitivos, sino de entrar en resonancia con las frecuencias internas del músculo, de escuchar su lenguaje vibratorio. Solo entonces podemos acceder a su verdadera potencia, que no es la fuerza, sino la conexión.

El contraste como pensamiento celular

La esencia de este proceso es el contraste, el modo en que el músculo percibe y procesa información. No es una actividad binaria, como en un circuito eléctrico; es un proceso orgánico en el que cada célula muscular "piensa" al comparar estados de activación. Este pensamiento celular no es racional, sino intuitivo. Funciona como un sistema adaptativo que responde a las necesidades del cuerpo en tiempo real, ajustando las frecuencias para maximizar la eficiencia y minimizar el daño.

El músculo no es un esclavo de la mente, como sugieren los modelos cartesianos. Es un co-creador en el proceso de movimiento, un órgano que actúa desde una inteligencia intrínseca. Y esta inteligencia no puede entenderse desde la óptica mecanicista, porque opera en el ámbito de la frecuencia, del contraste, de la consciencia pura.

Hacia una nueva era del entrenamiento

Este enfoque nos lleva a replantearnos no solo cómo entrenamos, sino cómo entendemos el cuerpo humano. Entrenar el músculo ya no es una cuestión de imponerse sobre él, sino de escucharlo, de entrar en sintonía con sus frecuencias. Esto requiere un cambio radical en nuestra percepción: debemos dejar de tratar al músculo como una máquina y empezar a verlo como una entidad viva, vibrante, conectada con el todo.

En esta nueva era, el músculo no se entrena en el ámbito de las ideas densas, sino en el de las frecuencias sutiles. Es un proceso de integración, no de imposición; de fluidez, no de resistencia. Y al hacerlo, no solo transformamos nuestro cuerpo, sino también nuestra relación con él. Porque el músculo, al pensar por contraste de información, nos enseña que el movimiento no es una cuestión de fuerza, sino de armonía. DC

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