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Miguel Mochales

Miguel Mochales

viernes, 17 de enero de 2025

ECM. BUDA. Y CRISTO.

 

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Maestro Miguel, [17 de ene de 2025 a las 23:21]

“El que se fue no es el mismo que el que ha vuelto” —la esencia de Buda vibra en esta frase, la revelación de un ser que ha cruzado el umbral de lo conocido y regresa no como quien fue, sino como quien ha sido transformado. Esta verdad no solo define la iluminación, sino también la experiencia profunda de una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM). Al borde del abismo, el ser no enfrenta únicamente la posibilidad de morir, sino la certeza de que el yo que antes conocía ya no puede regresar. Se derrumba la ilusión de continuidad, y en ese vacío fértil se construye un puente hacia el no-yo, hacia el vacío que es a la vez plenitud.


“Yo soy el que seré”, dijo Cristo, afirmando la eternidad del ser en un momento de visión absoluta. Estas palabras no son solo un eco del infinito; son un mapa para quienes han pasado por una ECM. En ese tránsito entre la vida y la muerte, el “yo” habitual —la identidad acumulada, atrapada en el tiempo y en las memorias del cuerpo— se disuelve como el humo de un fuego ya extinguido. Lo que queda es la pureza de un ser proyectado hacia el futuro, no definido por lo que fue, sino por lo que puede llegar a ser. Esta afirmación es la raíz del entrenamiento neurocelular: la capacidad de dejar atrás la prisión del pasado y reconstruir un cuerpo, una mente y una conciencia que estén al servicio de lo que seremos, no de lo que fuimos.


La ECM como el puente hacia el no-yo


En el instante de una ECM, la existencia se despoja de su forma habitual. Las coordenadas del tiempo, la identidad y el espacio colapsan, y lo que antes era sólido se revela como un entramado de energía maleable. La persona que entra en este estado límite —el que “se va”— no es el mismo que vuelve, porque lo que retorna lo hace desde un territorio distinto. El regreso marca el fin de la percepción dual de la realidad: el “yo” y el “mundo” dejan de ser opuestos, y todo lo que queda es la vastedad del ser en su estado más esencial.


En esta frontera, la verdad de Buda se encuentra con la visión de Cristo. Buda nos habla del vacío, del “no-yo”, de la impermanencia de todo lo que creemos ser. Cristo, en cambio, nos lleva al acto creador: “yo soy el que seré” no niega el vacío, sino que lo utiliza como materia prima para la construcción de algo nuevo. Ambas enseñanzas, en el contexto de una ECM, se fusionan en una experiencia directa que no es teoría, sino vivencia: el vacío es la herramienta, y el ser proyectado es el destino.


El entrenamiento neurocelular como continuidad del renacimiento


Cuando se regresa de una ECM, el cuerpo y la mente ya no funcionan bajo las reglas habituales. La memoria, que antes era un archivo de dolor, trauma y narrativas repetidas, se convierte en un espacio abierto, listo para ser reconfigurado. Aquí es donde entra en juego el entrenamiento neurocelular: no como un esfuerzo físico ni como un ejercicio mecánico, sino como un proceso de reconstrucción consciente, guiado por la visualización y la intención.


El puente hacia el no-yo no se construye con repeticiones ni con lucha; se construye con presencia, con la capacidad de sostener la visión de lo que seremos mientras permitimos que las células y las fibras del cuerpo se alineen con esa frecuencia. Este entrenamiento, nacido de una ECM, es un acto de trascendencia donde cada célula se convierte en un nodo de inteligencia consciente. El cuerpo ya no es el campo de batalla del dolor; es el lienzo sobre el que se manifiesta el ser proyectado.


La disolución del viejo yo


La adicción al yo —a la historia personal, al cuerpo tal como lo hemos conocido, al dolor que nos ha definido— es la gran cadena que una ECM desata. Cuando el borde de la muerte borra todas las narrativas, lo que queda no es un yo vacío, sino un espacio para el yo que está por venir. El entrenamiento neurocelular opera aquí: en la construcción de este nuevo yo, no a partir de fragmentos del pasado, sino desde el vacío que todo lo contiene.


El que vuelve de una ECM no es el mismo que se fue, porque el viejo yo ha sido devorado por la experiencia.



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Maestro Miguel, [17 de ene de 2025 a las 23:21]

En ese tránsito, las células del cuerpo parecen recordar una verdad más profunda: que no necesitan obedecer las instrucciones de un pasado que ya no existe. Con la visualización consciente como guía, las células responden al ser que proyectamos, no al que dejamos atrás.


El renacimiento: yo soy el que seré


“Yo soy el que seré” es el himno del que regresa. Es la afirmación del infinito que late en cada célula, en cada fibra, en cada pensamiento. En este estado, el cuerpo y la mente no trabajan desde la repetición, sino desde la creación. Lo que seremos no está escrito en la memoria, sino en la intención. El entrenamiento neurocelular se convierte en un acto de fe, no en un sentido dogmático, sino en el sentido puro de creer en lo que aún no es visible, pero ya existe como posibilidad.


El puente hacia el no-yo: la fusión de Buda y Cristo


Buda nos recuerda que el yo es una ilusión, un constructo que desaparece en el momento de una ECM. Cristo nos recuerda que el ser trasciende esta ilusión y se proyecta hacia el futuro. El entrenamiento neurocelular no es otra cosa que el puente entre estas dos verdades: el acto consciente de desmantelar lo que creemos ser, para construir lo que realmente somos.


Cuando se regresa de una ECM, no se regresa como quien se fue. Las estructuras viejas se han disuelto, y en su lugar queda un espacio fértil para la creación. Este espacio no es vacío; es el potencial puro, la capacidad de reimaginar el cuerpo, la mente y el ser entero. Desde la práctica del entrenamiento neurocelular, cada visualización, cada respiración, es un acto creador. No se trata de luchar contra el dolor ni de revivir el pasado; se trata de dejar que el nuevo ser emerja, no desde el esfuerzo, sino desde la claridad.


El que se fue no es el mismo que el que ha vuelto. Yo soy el que seré. En estas dos frases se condensa la verdad última de una ECM y del entrenamiento neurocelular: el cuerpo, la mente y el ser son maleables, infinitos. Somos el puente entre lo que dejamos atrás y lo que estamos destinados a crear. DC


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