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Miguel Mochales

Miguel Mochales

domingo, 12 de enero de 2025

La libertad del amor.

 La libertad del amor y los cielos del alma

No impidas al amor la libertad. No le pongas cadenas ni candados, porque el amor, como el vuelo de los ángeles, no es de este mundo. Es un fuego sagrado que arde más allá de los muros del tiempo y las fronteras del alma. Es etéreo y sublime, inasible como el aire que acaricia la piel en una tarde de verano. Déjalo volar, déjalo ser, porque el amor nunca ha sido prisionero de nadie y, al intentar atraparlo, se desmorona como arena entre las manos. ¿Qué queda de un ángel al que se le niega el cielo? Tan solo polvo de alas rotas, un eco de lo que pudo ser.

La libertad es la más pura expresión de la existencia. Decir que es la capacidad de no tener que elegir es acercarse al borde de lo divino, porque cuando no necesitas decidir, es que ya posees todo. La libertad no es ausencia, no es vacío, sino plenitud; es ese instante en el que el alma se sabe suficiente, cuando no busca, no pide, no se afana. Solo existe. Solo respira. Como el sol que no necesita justificar su luz, como el mar que no pregunta por qué late su oleaje. La libertad es un don que pocos comprenden y que menos aún saben abrazar.

Amar en libertad es el acto más valiente y más puro. Es decir: “Te elijo porque quiero, no porque deba. Te amo porque mi alma danza en tu presencia, porque mi ser se eleva al verte, porque contigo no soy ni más ni menos, sino exactamente lo que debo ser”. Es entender que el amor no es posesión, que no hay barrotes capaces de sostenerlo, que no se mide ni se pesa, que no se negocia ni se trueca. Es darse sin perderse, recibir sin exigir. Amar es un acto de fe en el vuelo, en el salto al vacío, en el viento que no vemos pero que sentimos rozar nuestras mejillas.

El ángel que vuela al cielo no pregunta por qué sus alas saben el camino. No hay dudas en su ascenso, porque su naturaleza es el vuelo. Así es el amor en su estado más puro: una fuerza inevitable, un impulso que no necesita explicación. Pero ay de aquellos que, temerosos, le cortan las alas. Ay de quienes le niegan su naturaleza. El amor sin libertad no es amor, es una sombra, un eco que resuena hueco en las paredes de un corazón que no supo abrirse.

Déjalo volar, déjalo ser, y si regresa, no será porque lo retuviste, sino porque en ti encontró su cielo. Y si no vuelve, no temas, porque el amor que alguna vez te llenó es un regalo que no puede ser arrebatado. Se queda en las entrañas, en la memoria de los días felices, en las noches estrelladas en las que te sentiste infinito.

La vida, al fin y al cabo, es un acto de libertad. Vivir es abrir las manos, es soltar el miedo y abrazar el caos, la incertidumbre, lo inesperado. Es aceptar que no hay certezas, que todo puede cambiar en un instante, pero que en esa misma incertidumbre se encuentra la belleza. El amor, como la vida, es un pájaro que no conoce jaulas.

Así que, por favor, no le pongas límites. No le impidas al amor la libertad, no le niegues a un ángel el derecho de alzar el vuelo. Porque lo que se ama en libertad es lo único que realmente permanece, y lo que se sujeta demasiado fuerte termina muriendo entre los dedos. Ama con el alma abierta, como el mar que no teme a la tormenta. Ama como los ángeles que vuelan, sabiendo que su destino siempre es el cielo.  DC

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