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Miguel Mochales

Miguel Mochales

domingo, 19 de enero de 2025

Tu mejor mantra

 El Padre Nuestro: El Mantra que Abre las Puertas del Absoluto

Entre los numerosos textos sagrados que han guiado a la humanidad a través de los siglos, hay uno que trasciende su dimensión religiosa para manifestarse como un mantra universal: el Padre Nuestro. Más que una oración cristiana, su estructura y significado poseen las claves para conectar la conciencia con el subconsciente, abriendo un espacio de abstracción absoluta. Los antiguos templarios lo intuyeron, repitiéndolo cien veces como un ejercicio espiritual que rozaba los límites de la trascendencia. Ahora, al desmenuzar su esencia, nos encontramos con un texto que no solo es oración, sino también un puente entre el pensamiento lógico y lo eterno.

La Dualidad del Padre Nuestro: Signo y Vacío

El Padre Nuestro no es simplemente una sucesión de palabras. Su poder radica en un doble concepto, un juego de tensiones entre lo concreto y lo abstracto. Por un lado, es una invocación que contiene significados claros y tangibles: se nombra al Padre, se pide el pan, se invoca el perdón, se implora protección. Pero al mismo tiempo, estas imágenes activan resonancias que trascienden la razón.

Cuando recitas "Padre nuestro que estás en los cielos", tu mente se detiene en una idea familiar, pero el subconsciente percibe algo más vasto: la alusión a un cielo que no es físico, a un padre que no es terrenal. Así, la conciencia comienza a desdibujarse, entrando en un espacio donde las palabras son simultáneamente un ancla y una puerta al infinito.

La Repetición: La Clave del Mantra

Lo que distingue al Padre Nuestro como mantra no es solo su contenido, sino su estructura cíclica. En la repetición —el recitarlo cien veces como hacían los templarios— emerge su verdadero poder. Cada palabra, al ser pronunciada en un flujo constante, deja de ser un significado particular y comienza a funcionar como un sonido que resuena en lo profundo.

Este proceso es el principio del mantra: la repetición desactiva el pensamiento discursivo. La mente, acostumbrada a saltar entre ideas, queda atrapada en la cadencia rítmica del texto. La oración, que inicialmente parece lineal, se convierte en un círculo, un eterno retorno donde cada frase regresa al origen. En este ciclo inquebrantable, la mente consciente se entrega al subconsciente, y el pensamiento lógico se disuelve.

Pensamiento y Vacío: El Estado de Abstracción

El Padre Nuestro posee una característica única entre las oraciones: no requiere que el intelecto intervenga en su interpretación para que produzca un efecto profundo. Si se recita sin detenerse en el análisis, su energía simbólica opera directamente sobre el espíritu. La repetición hace que las palabras pierdan su peso semántico y se transformen en un ritmo, en una vibración. Este estado induce lo que los místicos llaman abstracción absoluta: un momento en que el pensamiento no es pensamiento, sino presencia pura.

El consciente, agotado por la repetición, cede el control. El subconsciente, libre de las ataduras de la razón, se sumerge en un espacio donde las imágenes y los símbolos cobran vida. La invocación "Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo" deja de ser un ruego y se convierte en una experiencia directa de alineación entre lo humano y lo divino. Lo que era oración se transforma en estado, en percepción del orden cósmico.

El Secreto de los Templarios

Los templarios, aquellos guardianes de misterios y buscadores de verdades ocultas, entendieron el poder del Padre Nuestro como mantra. No lo recitaban por devoción superficial, sino como un ejercicio de disolución del ego. Repetir la oración cien veces no era solo una práctica piadosa, sino un método para alcanzar la abstracción absoluta. Sabían que el verdadero conocimiento no llega desde la razón, sino desde el vacío. Y este vacío solo podía ser alcanzado mediante la rendición total al flujo de la palabra sagrada.

Para los templarios, cada repetición era un peldaño en una escalera invisible. No buscaban simplemente cumplir con una obligación religiosa; buscaban tocar el misterio que subyace en las palabras, entrar en el espacio donde el consciente se disuelve y el subconsciente se expande. Repetían el Padre Nuestro como quien golpea una puerta cerrada, hasta que la puerta —que en realidad es la mente misma— se abre hacia el infinito.

El Único Mantra

A diferencia de otros mantras, el Padre Nuestro no pertenece a una tradición esotérica ni está envuelto en complejidad ritual. Su universalidad radica en su simplicidad y en su capacidad de resonar con cualquier buscador, independientemente de su contexto espiritual. Es un texto que reúne los dos extremos de la experiencia humana: lo divino y lo cotidiano, lo eterno y lo inmediato, el cielo y el pan.

Cuando se recita con intención, el Padre Nuestro deja de ser solo una oración y se convierte en un campo vibratorio que abarca toda la existencia. La mente, atrapada entre el consciente y el subconsciente, encuentra un punto de reposo. Es aquí donde ocurre la verdadera transformación: el texto deja de ser una serie de palabras para convertirse en un estado del ser.

Conclusión: El Padre Nuestro como Camino

El Padre Nuestro no es solo una oración, ni solo un mantra. Es un artefacto espiritual que, cuando se utiliza con intención y repetición, se convierte en un método para trascender la mente y tocar lo absoluto. Su doble concepto, su estructura cíclica y su poder simbólico lo convierten en un puente entre lo finito y lo infinito.

En el estado de abstracción absoluta que permite, el consciente y el subconsciente se encuentran. El tiempo se suspende, el pensamiento se calla, y el espíritu experimenta la vastedad del ser. Este es el secreto que los templarios conocieron y que sigue esperando a ser redescubierto: el Padre Nuestro no es solo un texto, es una llave. Una llave que, al repetirla, nos abre la puerta a la eternidad. DC

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