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Miguel Mochales

Miguel Mochales

lunes, 20 de enero de 2025

Venga a nosotros tu reino.

 

Ensayo: La inmanencia como fundamento de lo eterno y lo temporal

La frase "Venga a nosotros tu reino" encierra una paradoja esencial: la tensión entre lo eterno y lo transitorio, entre lo que es y lo que deviene. En esta declaración subyace una reflexión profunda que conecta teología, lógica y filosofía. Al considerar el concepto de inmanencia, nos encontramos ante una idea que parece integrar el flujo constante de la impermanencia con el misterio de lo permanente. Este término, en su brillo conceptual, abre un espacio para pensar el carácter último de la realidad y su expresión en el tiempo y la eternidad.

Teología: el Reino como presencia divina

Desde una perspectiva teológica, el Reino de Dios se asocia frecuentemente con una realidad trascendente que irrumpe en el plano humano. Sin embargo, en esta visión, la inmanencia del Reino adquiere un matiz profundamente revelador. Si todo "emana de un punto", como señala la reflexión inicial, entonces ese "punto" no es algo ajeno al mundo, sino que lo habita, lo sostiene y lo transforma desde dentro. Dios, entendido como el origen de todo, no es únicamente trascendente —es decir, más allá de toda comprensión y tiempo—, sino inmanente: está presente en cada instante y en cada cosa.

La inmanencia divina se revela como una paradoja: aquello que no cambia (lo eterno) se encuentra en todo lo que cambia (lo impermanente). En este sentido, la impermanencia no niega la eternidad, sino que la manifiesta en su flujo constante. Esto recuerda la enseñanza de que "en Él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:28), una expresión que subraya cómo la divinidad inmanente es el sustento de toda existencia cambiante.

Lógica: la suprema ley de la impermanencia

Si la ley suprema es la impermanencia, como se plantea en el texto, entonces todas las leyes —normas, principios o estructuras— están subordinadas a su flujo. Desde un punto de vista lógico, esto significa que cualquier sistema de pensamiento o legalidad debe admitir su temporalidad y su eventual disolución. Pero aquí se plantea una cuestión fascinante: ¿puede la impermanencia misma ser permanente?

La respuesta se encuentra en el núcleo de la inmanencia. Si todo emana de un punto, y ese punto genera el cambio constante, entonces el cambio mismo es una expresión de lo inmutable. La lógica nos conduce a un principio fundamental: la impermanencia no contradice la permanencia, sino que la expresa en una forma dinámica. Es decir, la ley de la impermanencia es, en sí misma, una permanencia absoluta, un fundamento que no se ve afectado por lo que genera.

Esta idea desafía las categorías dualistas tradicionales: lo fijo y lo cambiante, lo eterno y lo temporal, se funden en una unidad lógica que supera nuestras distinciones habituales. Lo inmanente, al ser fuente de todo, permanece como una presencia constante en la impermanencia de lo creado.

Filosofía: inmanencia como fundamento ontológico

En términos filosóficos, la inmanencia invita a reflexionar sobre el ser y su devenir. Si todo "emana de un punto", ese punto debe poseer una naturaleza peculiar: no está sujeto a la temporalidad, pero tampoco es algo separado de ella. En este sentido, la inmanencia se distingue de la mera trascendencia porque no postula una realidad aparte del mundo, sino que la identifica como la fuente interna de su ser.

El filósofo Spinoza, por ejemplo, desarrolla una idea similar en su concepto de Deus sive Natura (Dios o la Naturaleza), donde Dios no es un ser externo que gobierna el mundo, sino la sustancia única de la que todo emana. Para Spinoza, lo eterno no es algo estático, sino que se manifiesta en la infinita dinámica de los modos finitos. De manera similar, en la reflexión que aquí se desarrolla, la inmanencia implica que lo eterno está presente en lo impermanente como su fundamento y su esencia.

La filosofía budista también arroja luz sobre esta cuestión. La impermanencia, o anicca, es una de las características fundamentales de la existencia. Sin embargo, en la enseñanza del budismo mahayana, la impermanencia no es algo que niegue la realidad última, sino que la expresa. Todo lo que cambia está vacío de existencia inherente, pero precisamente por esa vacuidad, todo está conectado a una realidad más profunda: la interdependencia y la vacuidad mismas son permanentes.

Conclusión: la unidad de lo permanente y lo impermanente

La reflexión sobre la inmanencia nos lleva a una síntesis sorprendente: lo que parece ser opuesto —la permanencia y la impermanencia— es, en realidad, una sola realidad expresada en diferentes niveles. La impermanencia de las cosas no anula su conexión con un fundamento eterno; al contrario, la manifiesta. Este punto de origen del que todo emana no es algo que se pierda en el flujo del tiempo, sino que se revela en él como su sustancia esencial.

En términos teológicos, lógicos y filosóficos, la inmanencia nos invita a reconocer la presencia del Reino —lo eterno— en lo transitorio. Todo lo que cambia es un recordatorio de esa fuente inagotable que no se agota. El "punto" del que todo emana no es algo lejano o inaccesible, sino la misma raíz de lo que somos. Así, la frase "Venga a nosotros tu reino" no es solo un llamado a la trascendencia, sino una afirmación de que el Reino está aquí, presente en cada instante, porque lo eterno se hace visible en la danza perpetua de lo impermanente. DC

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