Atendedme un instante.
¿Habéis oído hablar de esos antiguos practicantes de yoga o de algunos santos cristianos que, según se cuenta, levitaban? No os digo que lo toméis como un hecho literal, sino como un argumento para entender algo más profundo.
¿Qué es levitar? Es un instante de no-dimensionalidad. Un microsegundo, medio segundo, quizá menos… ese momento exacto en que das un pequeño salto y los pies, aunque sea solo el talón, se quedan en el aire.
En entrenamiento físico, a esto se le llama pliometría. Y fijaos: Gustavo Mato, el preparador del boxeador Mike Tyson, lo utilizaba como entrenamiento secreto. Saltos breves, potentes, para que en ese instante el cuerpo quedara suspendido. ¿Por qué? Porque en ese mínimo lapso tu mente siente que no está sujeta a la gravedad. Parece una tontería, pero para el cerebro es revelador: por primera vez lo que pesa deja de caer por su propio peso.
¿Lo entendéis? ¿Me dais un afirmativo con la cara?
Es como el agua que no hierve a 70 grados, sino a 100. Hay un punto exacto en que todo cambia. Ese salto, esa suspensión breve, es un reset personal.
Así se integran las dimensiones:
- La primera dimensión: el cuerpo.
- La segunda: la frecuencia, el temblor, la vibración.
- La tercera: la suspensión en el aire, ese instante de perspectiva.
Y es solo cuando te elevas —aunque sea un segundo— que aparece la verdadera perspectiva.
Esto es meditación moderna. No busca copiar lo antiguo, sino rendir tributo a los grandes maestros de la historia llevándolo a nuestra práctica actual.
¿Queréis que os escriba un ejemplo de meditación breve usando esta idea de los micro-saltos para integrarlo en vuestra práctica diaria?
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