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Miguel Mochales

Miguel Mochales

viernes, 26 de septiembre de 2025

DOGMAZEM 44

 Atendedme. Infierno. Fijaos en la palabra que he usado: infierno.

¿Me oís todos bien? Si queréis tomar nota, aprovechad.


Uno: “Infierno” hace referencia a la parte inferior del cuerpo, nada más: de la cadera hacia abajo.

Cuando bajas la cadera —que es donde está el templo— tu cadera templa el aire, templo.


Entonces tenemos lo siguiente:


  • Parte baja: infierno.
  • Cadera: el templo.



Cada vez que bajo la cadera a la altura de la rodilla, voy a sentir dos manifestaciones.

Eso quiere decir que el infierno es el reflejo del cielo en la tierra. Repito: el infierno es el reflejo del cielo en la tierra.


Y si el cielo es luz, la luz genera fuego, y a ese fuego se le llama sabiduría.

Daos cuenta de toda la información que os acabo de soltar: luz arriba, abajo el reflejo, que es fuego.

Desciendo y me purifico, porque al ser yo agua y lo de abajo fuego, se produce un proceso de purificación del agua que tú eres.


No hay meditación más poderosa que volver a darle pureza a quien tú eres.


¿Me podéis mirar un momentito?

¿Os ha parecido bonito lo que os he contado?


Ahora escúchame, que te quiero hablar yo.


Mira, el problema que he visto en toda la gente que he entrenado y cuidado es que la gente se quema.

Una cosa es entrar en el fuego, y otra muy diferente es quemarte.

El problema de la gente es que su vida se quema: te quema el trabajo, te queman las relaciones sociales, te quema tu vida…


Pero lo que más te quema, ¿sabes qué es?

Todo esto que estoy haciendo.

“Dios, dame una señal de que estás a mi lado.

Dame una señal de que lo que estoy haciendo es correcto.

Dame una señal de que esto tiene un significado… porque veo que pasan los años y mi vida no cobra sentido.”


¿Comprendéis lo que acabo de decir? ¿Os suena?


Si no eres capaz de bajar a ese fuego, no te purificas.

Y si no te purificas, no sales de ahí.


Esto es porque esta meditación viene de sus orígenes japoneses, de un dios que echa fuego, llamado Fudō.


Está muy bonito sentarse debajo del árbol y decir “OM, OM, OM”… pero no sucede nada.

Te relajas diez minutos, vuelves al mundo… y ya está.

Te relajas diez minutos, vuelves al mundo… y te jodes.


Alguien tiene que llegar y poner los puntos sobre la “i”.

Así es.

Alguien tiene que llegar y decirte: después de esta sesión tienes, como mínimo, 48 horas de pureza.


¿Y sabes por qué te hago hacerlo?

Porque quiero que tu vida sea bonita.

Mi máxima ilusión es que tu vida sea bonita.


Que si os tenéis que cabrear y cagar en alguien, aquí estoy yo.

Ya os hago entrenar: “¡Me cago en la leche el maestro, fíjate lo que ha hecho!”

Perfecto, cágate en mí.


Pero mi mayor pago —el mayor pago que me podéis hacer— es que vuestra vida sea bonita.

Y el único problema es que quiero que abráis los ojos y veáis.


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