Meditar es siempre una medida
La primera medida es encontrar tu cuerpo.
Cuando yo practicaba Zen –y he sido monje Zen casi cincuenta años– entendí algo esencial: la definición de Zen es atención.
Pero en el programa de meditación occidental hay un error de base: no existe la atención sin tener en cuenta la Tensión Muscular Mental (TMM).
Por eso te propongo un ejercicio muy simple, una práctica directa:
Coloca los dos puños delante de la cara.
Aprieta los puños, contrae el antebrazo y el bíceps.
Lleva toda la energía a lo que se llama el pico del bíceps.
Pon también tensión en las cejas, como si estuvieras enfadado.
Fíjate en esto: en el instante en que aprietas y te enfadas, notas un incremento inmediato de tu potencia.
Aquí está la clave:
La segunda medida es sobre tu lado oscuro: la ira, el dolor, la cólera.
No se trata de negarlo.
Se trata de sacarlo, apretando fuerte el puño y el bíceps, y entonces sientes el aumento de tu fuerza.
Eso es meditar también: transformar lo oscuro en potencia.
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