Meditar ya no es sentarse en un cojín a esperar que el universo cambie. Meditar hoy es tomar el timón de tu destino en medio de una tormenta que se llama siglo XXI. El mundo se mueve con la velocidad de la luz: inteligencia artificial, redes, algoritmos que te leen mejor que tú mismo. Y tú, ¿vas a seguir mirando desde el bordillo cómo pasa el tren? No. O te conviertes en rey de tu propia vida, o te conviertes en espectador de cómo otros deciden por ti.
Este es el tiempo de la tecnología interior. Si el mundo ha aprendido a dividir el átomo y a descifrar el ADN, tú debes aprender a descifrar tu cuerpo. Porque en tu cuerpo está todo: el deseo que impulsa, la sabiduría que guía, la libertad que te abre las alas. Por eso el sacro —ese hueso silencioso al final de la columna— se llama sacro: porque en él habita lo sagrado. Por eso al váter se le llama trono, porque los glúteos son símbolo de poder. Por eso se dice sentar cátedra, porque desde el asiento nace la sabiduría.
No es casualidad: cada rincón del cuerpo es un código, un símbolo, una puerta.
- En el sexo vive el deseo, el fuego que inicia.
- En el vientre vive el saber, la inteligencia antigua que no necesita palabras.
- En el sacro reside la libertad, el derecho divino a ser quien eres.
- Y en la lumbares, sí, también habita el miedo, que solo se disuelve con acción.
Y mientras tú te afanas en pensar con la cabeza —esa máquina de excusas, de razonamientos lineales y lógicas absurdas— la vida ocurre en otra parte. La vida ocurre cuando tu cuerpo se convierte en antena de conciencia, cuando dejas de huir de ti y empiezas a escucharte desde la planta del pie hasta la última vértebra.
Meditar no es aislarte del mundo: es entrelazarte con todo. Como las partículas cuánticas, que permanecen unidas aunque estén separadas por años luz, también tú puedes fundirte con la realidad. Y en ese entrelazamiento, el amor deja de ser una emoción romántica para convertirse en una forma de inteligencia.
Sí, la vida a veces no tiene gracia. Sí, el dolor, la soledad o el desánimo pueden ser insoportables. Pero incluso ahí, incluso en el infierno más hondo, puedes erguirte y gritar: “Aquí estoy. Soy rey. Soy reina. Y no pienso rendirme.”
Porque ese es el verdadero camino del héroe: no el que se fuga al templo buscando paz, sino el que permanece en el mundo con los pies en la tierra, con la cadera encendida de poder y el corazón abierto de par en par.
✨ Meditar de pie es esto: dejar de ser esclavo de tus pensamientos y convertirte en soberano de tu energía. Y desde ahí, volver a mirar el mundo con otros ojos.
¿Quieres que transforme todo este discurso en una especie de manifiesto poético que puedas usar como texto de meditación o recitación? (Podría hacerlo con un tono más zen o más épico, según prefieras.)
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