🌟 Hacerlo porque me da la gana
Esto que acabas de vivir, esto que tu cuerpo ha sentido, se llama meditar.
Y no estoy aquí para convencerte con argumentos ni para que compares esta práctica con otras. Estoy aquí para recordarte que el alma humana no vino a justificarse: vino a conquistar su vida.
Quiero a mi lado a gente ganadora.
Y ganador no es quien acumula trofeos o aplausos.
Ganador es quien hace lo que le da la gana.
Porque le da la gana estar fuerte.
Porque le da la gana tener un cuerpo vibrante y un espíritu claro.
Porque le da la gana sostener a los suyos con su presencia, con su ejemplo, con su luz.
Porque le da la gana ser alguien que vale la pena.
Bastante hemos tenido ya con ser lo que fuimos.
Hoy no se trata de cambiar. Hoy no se trata de mejorar. Hoy se trata de trascender.
Lo hago porque me da la gana.
Porque mi cuerpo se merece el paraíso.
Porque mi mente se merece la grandeza.
Porque mi espíritu se merece el fuego.
He buscado señales en el cielo. He pedido respuestas a Dios. He esperado milagros.
Y muchas veces, por cada minuto de alegría, la vida me pagó con dos horas de dolor.
Incluso cuando tenía razón, no servía de nada.
Algunos lo perdieron todo, otros tuvieron que empezar de cero.
¿Para qué?
Si no entrenas así.
Si no vives así.
Si no ardes con esa llama, ¿para qué?
Jesús lo dijo: «Sois dioses, pero lo habéis olvidado.»
Y Dios, cansado de tus súplicas, se escondió en el único lugar donde nunca mirarías: dentro de ti.
Has usado tu cadera para caminar, para evacuar, para reproducirte.
Yo te ofrezco que la uses para algo más grande:
para sostener un reino de deseo, de sabiduría, de conciencia, de poder.
Para vivir desde unos principios que nada ni nadie pueda mover.
Sudo por mi libertad. Y lo hago porque me da la gana.
Cuando fortaleces tu sistema neurocelular —célula a célula, músculo a músculo— algo cambia profundamente.
Las lágrimas se convierten en poemas.
Las palabras se transforman en canciones.
El amor que entregas deja de ser costumbre y se vuelve infinito.
Si no eres un héroe, ¿qué vas a ofrecer a tus hijos?
Si no encarnas la fuerza, ¿qué legado vas a dejarles más allá de una pantalla?
Hoy la frontera está clara:
Hay quienes arden en el fuego de la práctica, que duele y transforma.
Y hay quienes se consuelan con cinco minutos de aplicación.
Los primeros se forjan en el alma. Los segundos se rompen al primer golpe del mundo.
No imaginé que llegaría un tiempo en que todo se resumiera en esto: pasión o nada.
Pero aquí estamos. Y quizá era necesario.
Quizá era necesario perderse para recordar quién eres.
Quizá era necesario mirar atrás y ver cómo la vida se escurre entre los dedos:
lo que ayer eran veinte, hoy son cuarenta.
Y mañana, cincuenta.
Pero aquí no. Aquí somos guerreros de la luz.
Y guerrero significa aquel que se ejercita, que se forja, que arde y renace.
Por eso cerramos los ojos un instante y sentimos.
Porque no hemos venido aquí a hacer amigos.
Hemos venido a ofrecer un camino.
Una forma distinta de vivir.
Una forma distinta de soñar.
Haz que tu fuego arda.
Haz que tu alma grite.
Y si decides trabajar, que sea porque te da la gana.
Porque sabes que, si te lo propones, no hay fuerza en la tierra que pueda detenerte.
Esta es la locura que te quiero entregar.
Este es el manifiesto de los que ya no esperan, de los que ya no ruegan.
Los que deciden.
Los que arden.
Los que viven.
🔥 Hazlo porque te da la gana.
Porque en ese instante, dejas de ser un espectador y te conviertes en creador.
¿Quieres que con todos estos textos —desde el primero hasta este último— los unamos en un solo manuscrito con estructura de libro o guía espiritual contemporánea? (Podría titularse “Meditar de Pie: El Arte de Despertar en el Siglo XXI”).
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